Fue en una mañana particularmente húmeda cuando María Penes descubrió los honguitos que habían crecido en una esquina de su patio. Lo atribuyó a un invierno que había sido errático en sus cambios de temperatura pero consistente en sus lluvias, aunque estaba equivocada. El patio había estado muy descuidado la mayor parte del año y María Penes no había notado, por suerte, la serie de eventos paranormales de ultratumba que habían llevado a su crecimiento. De todas formas, esa mañana los había encontrado y le habían llamado la atención. Eran muy difíciles de obviar. Su color era un violeta profundo pero vibrante, casi luminoso, y tenía unas pequeñas manchas acuosas que oscilaban entre el verde y el anaranjado según la luz como pompas de jabón. María Penes se había sentado esa mañana a leer su libro y había encontrado imposible concentrarse. La vista se le iba constantemente hacia los hongos en la esquina oscura de su patio descuidado, y de a ratos le parecía que se movían muy lentamente.
Un par de días pasaron así, con ella sentándose en su patio con su libro y su café, haciéndosele imposible no mirar el grupo de hongos que día tras día iba aumentando de tamaño. Cuando finalmente se decidió arrancar uno ya empezaban a tener el tamaño de una pelota de tenis. Nunca había visto algo igual. Había intentado identificarlo con una aplicación en su teléfono, pero no había caso. Había googleado también, buscando por sus colores, por su anormal crecimiento, por la forma anormal en que parecían moverse, pero ni en lo mas profundo de reddit pudo encontrar algo similar. Lo último que hizo en su intento de comprenderlos fue mostrárselo a su vecina Conchecita.
Se le ocurrió que Conchecita, siendo la vieja chusma que es, ya habría visto los hongos creciendo en el patio y tendría alguna opinión, que si no era sobre los hongos era sobre lo feo que tenía el patio Maria Penes. Sin embargo, Conchecita quedó inusualmente muda al ver el hongo, fascinada con sus colores como lo había estado María Penes estos últimos días. Sin faltar a su espíritu de sabelotodo, cuando Conchecita decidió hablar no dijo lo mismo que decía su cara.
-Estos son Plutangos Silvestres nena, no fuiste a la escuela? -dijo con absoluta confianza en su mentira-. Es raro que hayan crecido acá, necesitan muchos nutrientes para crecer bien, una tierra mas cuidada…
María Penes no contestó nada. Había obtenido lo que esperaba al acudir a Conchecita. Cuando le devolvió el hongo hizo un último comentario:
-Son comestibles. Y muy ricos!
Esa noche María Penes estaba de muy mal humor. La conversación con Conchecita la había envenenado. La pequeña molestia del momento había crecido en su cabeza a lo largo del día hasta convertirse en la furia desmedida que sentía ahora y no la dejaba pensar en otra cosa. La vieja podrida le había dicho que los hongos eran comestibles sin importarle que inventar algo así era peligroso. Es eso lo que mas le había molestado, por lejos. Y si María Pene fuese una estúpida? Y si hubiese seguido los consejos de su vecina, pensando que eran bien intencionados, y se hubiese hecho una salsa con esos hongos que claramente no eran normales? La vieja podría haber dicho “son venenosos” y hubiese cumplido el mismo cometido, el de hacer parecer que sabía por experiencia. Pero no, había dicho que eran comestibles y que eran ricos, casi que invitándola a cocinarlos y envenenarse. Llegó a pensar que esas eran sus verdaderas intenciones. Todo ese tiempo que se había quedado mirando el hongo desconocido lo había utilizado para planear la forma perfecta de liberarse de la ordinaria de su vecinita. La vieja zorra seguro pensó “a esta tarada la convenzo de comerse ese hongo venenoso y mañana la encuentran muerta y nadie piensa dos veces”. Sentía que le iban a reventar las venas de las sienes.
Lo que mas la ofendía de todo esto no era el atentado contra su vida, sino el atentado contra su inteligencia. La creía tan estúpida es vieja cretina? Pues ya iba a ver quien era mas estúpida. María Penes salió disparada de su nube de ira hacia la cocina, directo a picar bien chiquito el hongo en una tabla, bien chiquitito. Sin preocuparse por cenar, empezó a cocinar unas magdalenas muy especiales para compartir con su vecina la mañana siguiente.
Le costó dormir en la noche. Tenía una mezcla de anticipación y alegría, como la que sienten los niños en la noche antes de reyes. Esperó en la mañana a ver a Conchecita sacar la basura como hacía mas o menos a la misma hora todas las mañanas para acercarse con la bandeja de magdalenas. Se había preocupado de dejar solo un par en la bandeja, y desperdigar algunas migas, para dar la impresión de que ya habían sido comidas las mayorías. La vieja lechona había clavado los ojos enseguida en las magdalenas, y María Penes sabía que no era necesario demasiado para convencerla de comerse algo, pero quería ser precavida.
-Los hice para mis sobrinos, pero se ve que hice de mas. Los iba a dejar sobre el contenedor para que se los lleve alguien…
La vieja no dudó un segundo en agarrar una magdalena. María Penes sabía que había algo que Conchecita odiaba mas que a ella y era a los pobres. La vieja se mandó la magdalena con la urgencia de un criminal intentando esconder la evidencia. María Penes esperó a que le quedara solo un bocado.
-Las hice con los hongos que me recomendó sabe?
La vieja quedó congelada.
-En serio?
-Si claro, le encantaron a los chiquilines! Yo no las probé aun, pero ellos se fueron chochos a la escuela!
La vieja quedó tiesa. La tenía atrapada a la muy rata. María Penes no dijo mas nada y dejo que se cocinara el guiso de información que le acababa de preparar.
-Con razón… -dijo al final,- están tan ricos!- Y se comió el único bocado con ganas. María Penes no se había preparado para esto pero siguió la corriente.
-Me alegro.
-Gracias por convidarme nena, vos sabés que yo a veces puedo ser un poco pesada, pero las que he pasado nena! Las que me han hecho! Y estoy tan sola que ya me olvido como tratar con la gente, te pido perdón nena.
La vieja agarró la otra magdalena de la bandeja.
-En serio no las probaste? Compartamos esta te parece? Yo siempre hablo tan bien de vos, en serio te digo.
La vieja dividió en dos la magdalena, exponiendo el relleno violáceo y chicloso totalmente antinatural de adentro.
- Justo ayer le conté a los vecinos en la junta, viste? Les conté que habías encontrado estos hongos en tu patio.
La vieja le extendió la mitad de magdalena a María Penes que había entrado en modo a prueba de fallos y tenía solo las mas básicas de las funcionalidades cognitivas.
-Les conté como eran, el color, todo. Que me pareció oirte cocinar, todo conté. Y sabes que me preocupé no? Ya estoy vieja yo, se me entreveran las cosas. Que suerte que salieron bien y que los chiquilines las disfrutaron. Gracias nena. No vas a comer?
La vieja sostuvo su mitad de magdalena y la miró a María Penes, que estaba sin dormir, agotadisima del esfuerzo mental que le había costado su ira y la borrachera de su plan de homicidio, y ahora toda esta conversación la había drenado, la había dejado estúpida. No pudo ni controlar su mano cuando se llevó la magdalena a la boca. Y una vez que María Penes mordió su mitad, la vieja Conchecita comió la suya también.
Esa misma noche murieron ambas, paralizadas y agonizando de dolor, alucinando monstruosidades sin nadie cerca para ayudarlas. Tardaron mas de una semana en encontrar los cuerpos, y fue solo a causa del olor que empezó a sentirse en el barrio. Ninguna de las dos tenía familia o amigos, la relación mas estrecha que tenían eran la una con la otra. Cuando las encontraron, los hongos ya no estaban.
En algún momento de esa semana, sin que hubiese absolutamente nadie para verlo, los hongos en el patio de repente se abrieron y de adentro salieron un millón de arañas negras regordetas, con manchas de un rojo fuertisimo y colmillos babeados de veneno. Las arañas se desperdigaron por todas las casas del barrio y los hongos, que se habían reducido a saquitos de tela en el piso y habían perdido su color característico, se camuflaron entre la tierra y las raíces y los yuyos del patio descuidado hasta desaparecer por completo.
Un par de días pasaron así, con ella sentándose en su patio con su libro y su café, haciéndosele imposible no mirar el grupo de hongos que día tras día iba aumentando de tamaño. Cuando finalmente se decidió arrancar uno ya empezaban a tener el tamaño de una pelota de tenis. Nunca había visto algo igual. Había intentado identificarlo con una aplicación en su teléfono, pero no había caso. Había googleado también, buscando por sus colores, por su anormal crecimiento, por la forma anormal en que parecían moverse, pero ni en lo mas profundo de reddit pudo encontrar algo similar. Lo último que hizo en su intento de comprenderlos fue mostrárselo a su vecina Conchecita.
Se le ocurrió que Conchecita, siendo la vieja chusma que es, ya habría visto los hongos creciendo en el patio y tendría alguna opinión, que si no era sobre los hongos era sobre lo feo que tenía el patio Maria Penes. Sin embargo, Conchecita quedó inusualmente muda al ver el hongo, fascinada con sus colores como lo había estado María Penes estos últimos días. Sin faltar a su espíritu de sabelotodo, cuando Conchecita decidió hablar no dijo lo mismo que decía su cara.
-Estos son Plutangos Silvestres nena, no fuiste a la escuela? -dijo con absoluta confianza en su mentira-. Es raro que hayan crecido acá, necesitan muchos nutrientes para crecer bien, una tierra mas cuidada…
María Penes no contestó nada. Había obtenido lo que esperaba al acudir a Conchecita. Cuando le devolvió el hongo hizo un último comentario:
-Son comestibles. Y muy ricos!
Esa noche María Penes estaba de muy mal humor. La conversación con Conchecita la había envenenado. La pequeña molestia del momento había crecido en su cabeza a lo largo del día hasta convertirse en la furia desmedida que sentía ahora y no la dejaba pensar en otra cosa. La vieja podrida le había dicho que los hongos eran comestibles sin importarle que inventar algo así era peligroso. Es eso lo que mas le había molestado, por lejos. Y si María Pene fuese una estúpida? Y si hubiese seguido los consejos de su vecina, pensando que eran bien intencionados, y se hubiese hecho una salsa con esos hongos que claramente no eran normales? La vieja podría haber dicho “son venenosos” y hubiese cumplido el mismo cometido, el de hacer parecer que sabía por experiencia. Pero no, había dicho que eran comestibles y que eran ricos, casi que invitándola a cocinarlos y envenenarse. Llegó a pensar que esas eran sus verdaderas intenciones. Todo ese tiempo que se había quedado mirando el hongo desconocido lo había utilizado para planear la forma perfecta de liberarse de la ordinaria de su vecinita. La vieja zorra seguro pensó “a esta tarada la convenzo de comerse ese hongo venenoso y mañana la encuentran muerta y nadie piensa dos veces”. Sentía que le iban a reventar las venas de las sienes.
Lo que mas la ofendía de todo esto no era el atentado contra su vida, sino el atentado contra su inteligencia. La creía tan estúpida es vieja cretina? Pues ya iba a ver quien era mas estúpida. María Penes salió disparada de su nube de ira hacia la cocina, directo a picar bien chiquito el hongo en una tabla, bien chiquitito. Sin preocuparse por cenar, empezó a cocinar unas magdalenas muy especiales para compartir con su vecina la mañana siguiente.
Le costó dormir en la noche. Tenía una mezcla de anticipación y alegría, como la que sienten los niños en la noche antes de reyes. Esperó en la mañana a ver a Conchecita sacar la basura como hacía mas o menos a la misma hora todas las mañanas para acercarse con la bandeja de magdalenas. Se había preocupado de dejar solo un par en la bandeja, y desperdigar algunas migas, para dar la impresión de que ya habían sido comidas las mayorías. La vieja lechona había clavado los ojos enseguida en las magdalenas, y María Penes sabía que no era necesario demasiado para convencerla de comerse algo, pero quería ser precavida.
-Los hice para mis sobrinos, pero se ve que hice de mas. Los iba a dejar sobre el contenedor para que se los lleve alguien…
La vieja no dudó un segundo en agarrar una magdalena. María Penes sabía que había algo que Conchecita odiaba mas que a ella y era a los pobres. La vieja se mandó la magdalena con la urgencia de un criminal intentando esconder la evidencia. María Penes esperó a que le quedara solo un bocado.
-Las hice con los hongos que me recomendó sabe?
La vieja quedó congelada.
-En serio?
-Si claro, le encantaron a los chiquilines! Yo no las probé aun, pero ellos se fueron chochos a la escuela!
La vieja quedó tiesa. La tenía atrapada a la muy rata. María Penes no dijo mas nada y dejo que se cocinara el guiso de información que le acababa de preparar.
-Con razón… -dijo al final,- están tan ricos!- Y se comió el único bocado con ganas. María Penes no se había preparado para esto pero siguió la corriente.
-Me alegro.
-Gracias por convidarme nena, vos sabés que yo a veces puedo ser un poco pesada, pero las que he pasado nena! Las que me han hecho! Y estoy tan sola que ya me olvido como tratar con la gente, te pido perdón nena.
La vieja agarró la otra magdalena de la bandeja.
-En serio no las probaste? Compartamos esta te parece? Yo siempre hablo tan bien de vos, en serio te digo.
La vieja dividió en dos la magdalena, exponiendo el relleno violáceo y chicloso totalmente antinatural de adentro.
- Justo ayer le conté a los vecinos en la junta, viste? Les conté que habías encontrado estos hongos en tu patio.
La vieja le extendió la mitad de magdalena a María Penes que había entrado en modo a prueba de fallos y tenía solo las mas básicas de las funcionalidades cognitivas.
-Les conté como eran, el color, todo. Que me pareció oirte cocinar, todo conté. Y sabes que me preocupé no? Ya estoy vieja yo, se me entreveran las cosas. Que suerte que salieron bien y que los chiquilines las disfrutaron. Gracias nena. No vas a comer?
La vieja sostuvo su mitad de magdalena y la miró a María Penes, que estaba sin dormir, agotadisima del esfuerzo mental que le había costado su ira y la borrachera de su plan de homicidio, y ahora toda esta conversación la había drenado, la había dejado estúpida. No pudo ni controlar su mano cuando se llevó la magdalena a la boca. Y una vez que María Penes mordió su mitad, la vieja Conchecita comió la suya también.
Esa misma noche murieron ambas, paralizadas y agonizando de dolor, alucinando monstruosidades sin nadie cerca para ayudarlas. Tardaron mas de una semana en encontrar los cuerpos, y fue solo a causa del olor que empezó a sentirse en el barrio. Ninguna de las dos tenía familia o amigos, la relación mas estrecha que tenían eran la una con la otra. Cuando las encontraron, los hongos ya no estaban.
En algún momento de esa semana, sin que hubiese absolutamente nadie para verlo, los hongos en el patio de repente se abrieron y de adentro salieron un millón de arañas negras regordetas, con manchas de un rojo fuertisimo y colmillos babeados de veneno. Las arañas se desperdigaron por todas las casas del barrio y los hongos, que se habían reducido a saquitos de tela en el piso y habían perdido su color característico, se camuflaron entre la tierra y las raíces y los yuyos del patio descuidado hasta desaparecer por completo.