La resiliencia del cariño

Caminé por el pasillo hasta detenerme en la puerta con el cartel que decía "Doctora Pederastri, Abogada".
Adentro de la pequeña oficina ya me esperaba, como me lo hicieron notar en seguida, hace 45 minutos: La antes mencionada Dra Ansiedades Pederastri, la yegua de mi ex esposa, y su abogado, el doctor Abono Sampaoli.
Yo había llegado tarde porque en el camino a la reunión, me habían venido unos tremendos antojos de tomarme un helado. Pretendía ser una empresa rápida, de resolución simple, pero lamentablemente la muchacha que atendía en la heladería sufría de un severo retraso mental que, para mi desgracia, no era anunciado por su aspecto físico. Es más, su aspecto físico era sin dudas placentero a varios de mis sentidos.

Tuve que explicar la primer parte de esta historia a los doctores Pederastri y Sampaoli, y a la conchuda de mi ex mujer, no solo por la tardanza sino porque me había manchado la ropa por la situación. Me senté sin decir mucho mas y el doctor Sampaoli empezó a leer un documento que inmediatamente me sacó de ambiente. Mi cuerpo estaba ahi si, incluso mi postura y expresiones faciales se verían presentes ante la persona mas desconfiada, pero mi mente había vuelto a ese momento en la heladería. La joven retrasada mental con los senos incipientes estaba luchando como mongoloide contra las herramientas de servir helado, ante las sonrisas complascientes del resto de sus compañeras. Estuvo 37 minutos intentando servirme el helado antes de que yo le tomara la mano, por encima del mostrador, en un acto de impulsividad que mezclaba impaciencia con excitación sexual, y la guiara en los movimientos de servir mi helado, ante las miradas acomodáticas de sus compañeras de trabajo.

El momento fue de una sensualidad que pocas veces en mi vida había sentido y, resultado de eso, 6 minutos después estaba escupiendo en mi mano y pasandosela por el ano en el galpón del fondo. La voz nasal y chirriante de mi cancerígena ex esposa me despertó de la fantasía. Me estaba pidiendo por favor algo, y yo, estando apenas presente, intentaba hacer hacerlo pasar con frases automáticas para volver a mi recuerdo, pero no había caso. Sampaoli y Pederastri también me miraban. 
Fue en ese momento, intentando despegarme del recuerdo del sexo anal salvaje que había tenido con la empleada retrasada mental de la heladería, cuyas heces aun podia oler sobre mi pene a travez de mi pantalon en el pequeño despacho de la doctora Pederatri, que me di cuenta que seguía enamorado de mi esposa. En sus ojos veía que ella también estaba pasando por una epifanía similar, y hasta podía oler los restos de heces en su vagina a travez de su pantalon del sexo anal salvaje que ella también había tenido, y nos avalanzamos sobre la mesa en un beso apasionado y tuvimos sexo anal salvaje con heces ahi mismo, en el medio de la mesa, con Sampaoli y Pederastri mirando y masturbandose salvajemente. Hace 50 años que estamos juntos y tenemos 3 hermosos hijos.