CENTRO COMUNAL LEO MESLIAH

En el centro comunal número 13 de la zona GH, en el barrio de Las Jesuitas, apareció un día un panfleto en la cartelera de eventos anunciando un nuevo taller de magia para niños que prometía, en letras regordetas y volúmetricas, enseñar el truco de convertir agua en oro.

Roberdo Faloppa, que siempre pasaba por ahí despues de su largo día de trabajo como carnicero en el supermercado de barrio La Giraldita, quedó encandilado por el colorido cartel. Esto es ideal, pensó, es lo que necesita Ludmilita. Hacía una semana que se había muerto el perro de la familia, el Gobi, y la muerte le habia pegado muy fuerte a la hija menor de Roberdo. Con su esposa habían intentado consolarla, esperando que recuperara su alegría y picardía natural que la caracterizaban y la distinguían de la sequedad sombría de su hermana mayor, pero no había caso. Temiendo que su pequeña alegría se volviera tan amargada y desagradable como su primer hija, Roberdo había decidido llevarla ese mismo fin de semana al taller.

Cuando llegaron al centro comunal habían otros padres con niños esperando. Ludmilita apenas saludó y se refugió timidamente entre las piernas del padre. Una señora comentó que habia salido alguien a pedir que esperaran afuera y no habia vuelto a salir. Al cabo de unos minutos, se abrió una puerta y salió un señor un tanto panzón, con una nariz prominente de la cual colgaba un frondoso bigote gris y que a su vez sostenía unos anteojos circulares que encapsulaban unos ojos inertes, oscuros, como de dibujo animado en pausa.

- Hola niños!!! Estan listos para convertir agua en oro!?!?!? - dijo el seño un par de veces, logrando de a poco emocionar a los niños, incluyendo a Ludmilita que empezaba a soltar una sonrisa.

- Lo que si, les voy a pedir a los papis que esperen aca afuera, ta? - y se agachó para estar a la altura de los niños. - Este tipo de magia es solo para niños verdad?!

Los niños gritaron Sii Sii! y el señor panzón dijo - síganme los buenos! - los guió no hacia el salón normal del centro comunal, sino hacia una puerta de una edificación hacia el fondo del terreno que bien podría ser un galpón. El señor abrió la puerta de chapa y los padres pudieron observar por la ventana como el señor panzón hacia pasar a todos los niños y los hacía sentarse.

Ludmilita fue la ultima en entrar y tuvo un presentimiento raro en seguida, aunque aún no tenia el vocabulario ni las herramientas mentales para entender que era eso lo que le estaba pasando. El lugar era un galpón vacío y húmedo con tan solo un par de sillas de plastico, unos baldes oxidados y unas botellas de agua sin etiqueta en el piso. El señor panzón se mantuvo parado al lado de la puerta, mirándola con esos ojos de caricatura muerta, esperando a que entre para cerrar la puerta.

Una vez que todos los niños estuvieron adentro, el señor panzón agarró una botella de agua del piso y le pidió a los niños que agarraran una también.

- Lo que les voy a enseñar es un hechizo muy antiguo y muy poderoso! primero tenemos que cantar asi: AM SALAM SALAM LOS TIRABUZONES TIENEN TIBURONES - LA BANDEROLA DE MI TIA CAROLA SALAM SALAM!

Todos los niños repitieron este mantra y el señor les pidió que, mientras seguian cantando que observen bien. Agarró una botella, la destapó y se la tomó toda de un trago.

- Muy bien niños sigan! Sigan cantando: BALARIN BALARIN SE ME QUEMA EL TALLARIN - TENGO LA PIEZA EN LA MESA DONDE HAY UNA FRESA BALARÓN BALARÓN!

Los niños repetian ese canto absurdo mientras el señor usaba las dos manos para agitarse la panza y les pedía que canten mas fuerte.

Desde afuera. Roberdo podía ver los movimientos clownescos del señor panzón y lo invadió la tranquilidad de que su hija debía estarse riendo y disfrutando de las payasadas de ese simpatico señor.

Adentro del galpón, el señor se abrio la bragueta y sacó un pene gordo y tieso. Mientras los niños cantaban, el señor acercó la botella a su glande y dijo: - esta funcionando, esta funcionando!

Ludmilita, que nunca en su vida habia visto un pene antes, vio como salía un chorro dorado y brillante de la punta y llenaba la botella de ese oro liquido con olor al baño del tío. Cuando el chorro se detuvo, tambien se detuvo naturalmente el canto de los niños.

El señor levantó la botella, la mostró y dijo:

- Charaaaaan! Vieron que facil?! ahora ustedes.

Roberdo se había prendido un pucho cuando se volvió a abrir la puerta del galpón y tuvo que apagarlo de golpe antes de que su hija lo viera. Uno a uno salieron los niños, corriendo y saltando y riendo, sosteniendo botellas de plástico con liquido dorado adentro. Ultima salió Ludmilita, que seguía con su disposición sombría pero fascinada con su botella.

- Te divertiste? - Preguntó Roberdo
- Si- dijo su hija sin pensarlo realmente.

El resto de los padres hablaban fascinados con el señor panzón que les comentaba que el siguiente fin de semana capaz hacía un taller sobre convertir las cosquillas en leche condensada. Roberdo y Ludmilita no se quedaron a saludar y volvieron a su casa. Ludmila nunca contó mucho del taller, y nunca volvió a aparecer un nuevo cartel ni se lo volvió a ver al señor panzón.

Al cabo de unas semanas Ludmilita terminó naturalmente de transitar su duelo y recuperó nuevamente su disposición natural, para alegría de sus padres. El taller pasó a ser una anécdota perdida que pareció no haber tenido mucha relevancia. Lamentablemente, a los 13 años Ludmilita cayó en la prostitución, muriendo de sida 5 años después.

VECINOS EN ALERTA

Fue en una mañana particularmente húmeda cuando María Penes descubrió los honguitos que habían crecido en una esquina de su patio. Lo atribuyó a un invierno que había sido errático en sus cambios de temperatura pero consistente en sus lluvias, aunque estaba equivocada. El patio había estado muy descuidado la mayor parte del año y María Penes no había notado, por suerte, la serie de eventos paranormales de ultratumba que habían llevado a su crecimiento. De todas formas, esa mañana los había encontrado y le habían llamado la atención. Eran muy difíciles de obviar. Su color era un violeta profundo pero vibrante, casi luminoso, y tenía unas pequeñas manchas acuosas que oscilaban entre el verde y el anaranjado según la luz como pompas de jabón. María Penes se había sentado esa mañana a leer su libro y había encontrado imposible concentrarse. La vista se le iba constantemente hacia los hongos en la esquina oscura de su patio descuidado, y de a ratos le parecía que se movían muy lentamente. 

Un par de días pasaron así, con ella sentándose en su patio con su libro y su café, haciéndosele imposible no mirar el grupo de hongos que día tras día iba aumentando de tamaño. Cuando finalmente se decidió arrancar uno ya empezaban a tener el tamaño de una pelota de tenis. Nunca había visto algo igual. Había intentado identificarlo con una aplicación en su teléfono, pero no había caso. Había googleado también, buscando por sus colores, por su anormal crecimiento, por la forma anormal en que parecían moverse, pero ni en lo mas profundo de reddit pudo encontrar algo similar. Lo último que hizo en su intento de comprenderlos fue mostrárselo a su vecina Conchecita.

Se le ocurrió que Conchecita, siendo la vieja chusma que es, ya habría visto los hongos creciendo en el patio y tendría alguna opinión, que si no era sobre los hongos era sobre lo feo que tenía el patio Maria Penes. Sin embargo, Conchecita quedó inusualmente muda al ver el hongo, fascinada con sus colores como lo había estado María Penes estos últimos días. Sin faltar a su espíritu de sabelotodo, cuando Conchecita decidió hablar no dijo lo mismo que decía su cara.

-Estos son Plutangos Silvestres nena, no fuiste a la escuela? -dijo con absoluta confianza en su mentira-. Es raro que hayan crecido acá, necesitan muchos nutrientes para crecer bien, una tierra mas cuidada…

María Penes no contestó nada. Había obtenido lo que esperaba al acudir a Conchecita. Cuando le devolvió el hongo hizo un último comentario:
-Son comestibles. Y muy ricos!

Esa noche María Penes estaba de muy mal humor. La conversación con Conchecita la había envenenado. La pequeña molestia del momento había crecido en su cabeza a lo largo del día hasta convertirse en la furia desmedida que sentía ahora y no la dejaba pensar en otra cosa. La vieja podrida le había dicho que los hongos eran comestibles sin importarle que inventar algo así era peligroso. Es eso lo que mas le había molestado, por lejos. Y si María Pene fuese una estúpida? Y si hubiese seguido los consejos de su vecina, pensando que eran bien intencionados, y se hubiese hecho una salsa con esos hongos que claramente no eran normales? La vieja podría haber dicho “son venenosos” y hubiese cumplido el mismo cometido, el de hacer parecer que sabía por experiencia. Pero no, había dicho que eran comestibles y que eran ricos, casi que invitándola a cocinarlos y envenenarse. Llegó a pensar que esas eran sus verdaderas intenciones. Todo ese tiempo que se había quedado mirando el hongo desconocido lo había utilizado para planear la forma perfecta de liberarse de la ordinaria de su vecinita. La vieja zorra seguro pensó “a esta tarada la convenzo de comerse ese hongo venenoso y mañana la encuentran muerta y nadie piensa dos veces”. Sentía que le iban a reventar las venas de las sienes. 

Lo que mas la ofendía de todo esto no era el atentado contra su vida, sino el atentado contra su inteligencia. La creía tan estúpida es vieja cretina? Pues ya iba a ver quien era mas estúpida. María Penes salió disparada de su nube de ira hacia la cocina, directo a picar bien chiquito el hongo en una tabla, bien chiquitito. Sin preocuparse por cenar, empezó a cocinar unas magdalenas muy especiales para compartir con su vecina la mañana siguiente.

Le costó dormir en la noche. Tenía una mezcla de anticipación y alegría, como la que sienten los niños en la noche antes de reyes. Esperó en la mañana a ver a Conchecita sacar la basura como hacía mas o menos a la misma hora todas las mañanas para acercarse con la bandeja de magdalenas. Se había preocupado de dejar solo un par en la bandeja, y desperdigar algunas migas, para dar la impresión de que ya habían sido comidas las mayorías. La vieja lechona había clavado los ojos enseguida en las magdalenas, y María Penes sabía que no era necesario demasiado para convencerla de comerse algo, pero quería ser precavida.

-Los hice para mis sobrinos, pero se ve que hice de mas. Los iba a dejar sobre el contenedor para que se los lleve alguien…

La vieja no dudó un segundo en agarrar una magdalena. María Penes sabía que había algo que Conchecita odiaba mas que a ella y era a los pobres. La vieja se mandó la magdalena con la urgencia de un criminal intentando esconder la evidencia. María Penes esperó a que le quedara solo un bocado.

-Las hice con los hongos que me recomendó sabe?
La vieja quedó congelada.
-En serio?
-Si claro, le encantaron a los chiquilines! Yo no las probé aun, pero ellos se fueron chochos a la escuela!

La vieja quedó tiesa. La tenía atrapada a la muy rata. María Penes no dijo mas nada y dejo que se cocinara el guiso de información que le acababa de preparar. 

-Con razón… -dijo al final,- están tan ricos!- Y se comió el único bocado con ganas. María Penes no se había preparado para esto pero siguió la corriente.
-Me alegro.
-Gracias por convidarme nena, vos sabés que yo a veces puedo ser un poco pesada, pero las que he pasado nena! Las que me han hecho! Y estoy tan sola que ya me olvido como tratar con la gente, te pido perdón nena.
La vieja agarró la otra magdalena de la bandeja.
-En serio no las probaste? Compartamos esta te parece? Yo siempre hablo tan bien de vos, en serio te digo.

La vieja dividió en dos la magdalena, exponiendo el relleno violáceo y chicloso totalmente antinatural de adentro.

- Justo ayer le conté a los vecinos en la junta, viste? Les conté que habías encontrado estos hongos en tu patio. 

La vieja le extendió la mitad de magdalena a María Penes que había entrado en modo a prueba de fallos y tenía solo las mas básicas de las funcionalidades cognitivas.

-Les conté como eran, el color, todo. Que me pareció oirte cocinar, todo conté. Y sabes que me preocupé no? Ya estoy vieja yo, se me entreveran las cosas. Que suerte que salieron bien y que los chiquilines las disfrutaron. Gracias nena. No vas a comer?

La vieja sostuvo su mitad de magdalena y la miró a María Penes, que estaba sin dormir, agotadisima del esfuerzo mental que le había costado su ira y la borrachera de su plan de homicidio, y ahora toda esta conversación la había drenado, la había dejado estúpida. No pudo ni controlar su mano cuando se llevó la magdalena a la boca. Y una vez que María Penes mordió su mitad, la vieja Conchecita comió la suya también.

Esa misma noche murieron ambas, paralizadas y agonizando de dolor, alucinando monstruosidades sin nadie cerca para ayudarlas. Tardaron mas de una semana en encontrar los cuerpos, y fue solo a causa del olor que empezó a sentirse en el barrio. Ninguna de las dos tenía familia o amigos, la relación mas estrecha que tenían eran la una con la otra. Cuando las encontraron, los hongos ya no estaban.

En algún momento de esa semana, sin que hubiese absolutamente nadie para verlo, los hongos en el patio de repente se abrieron y de adentro salieron un millón de arañas negras regordetas, con manchas de un rojo fuertisimo y colmillos babeados de veneno. Las arañas se desperdigaron por todas las casas del barrio y los hongos, que se habían reducido a saquitos de tela en el piso y habían perdido su color característico, se camuflaron entre la tierra y las raíces y los yuyos del patio descuidado hasta desaparecer por completo.

EL LUGAR FELIZ

La sala de espera del consultorio de la doctora en pediatría Gondolla Sebácea era un lugar de ensueño para el pequeño Bolsito DeMerco. Las paredes estaban pintadas de un celeste suave pero vibrante con toques de blanco hechos con esponja sobre el borde superior que daban la ilusión de ser nubes. Había dibujadas todo tipo de agradables animalitos, orugas, conejitos, una mamá perra con sus cachorritos y demás criaturas amigables y sonrientes. El favorito de Bolsito era el sol, que era enorme y regordete y usaba lentes negros. La risa que le causaba que el sol tuviese que usar lentes para protejerse del sol! Además de la decoración, la sala estaba tupida de juguetes, revistas coloridas y todo tipo de plastiscinas, pinturas y tizas. Bolsito era feliz en ese espacio, como lo evidenciaba su enorme sonrisa.

Ese día su mamá no lo había podido llevar a la consulta, lo había mandado con su hermana mayor Manantiales, que normalmente lo ignoraba y trataba mal, pero hoy estaba inusualmente cariñosa y receptiva a sus pedidos. Bolsito creía que era porque se estaba poniendo mejor.

Estaba jugando con otros niños, conquistandolos con su amplia sonrisa ante la mirada de preocupación y repugnancia de los demás padres, cuando abrió la puerta la doctora Sebácea. Bolsito siendo siempre un niño muy simpático y extrovertido corrió a abrazarla, y la corpulenta señora largó una risa profunda y le agitó el pelo. 

Una vez en el consultorio, Bolsito se sentó solo en la camilla y se quedó quietito y portándose bien, como le habían enseñado. Manantiales se disculpó con la doctora porque su madre no pudo venir hoy porque se le hacía muy dificil y la doctora dijo que comprendía perfectamente, que es muy normal que los padres se ausenten en consultas como esas, y que ella era muy valiente por venir.

Bolsito sufría de una deformación genética gravísima que tenía como efecto principal que tuviera la boca deformada en una sonrisa constante. Con el correr de los años de la corta vida de Bolsito, la enfermedad había avanzado y comenzaba a causarle convulsiones frecuentes y se empezaba a apoderar de su habla. Los otros niños solo veían a un niño sonriente y feliz, pero mientras conforme iban pasando los años se iba agravando sus diferencias. La familia lo sabía y sufría. Sabían perfectamente que lo que le esperaba a Bolsito era una vida muy dificil, siempre dependiendo de otros para ayudarlo, viendo como se le deteriora el cuerpo mientras el resto progresaba, y viviendo en constante miseria con una sonrisa en la boca.

Es por eso que la clinica de la doctora Sebácea ofrecía un tratamiento muy exclusivo para estos casos. Bolsito vió como la doctora sacaba de un cajón un pequeño recipiente de vidrio lleno de un líquido marrón y espeso y lo ponía en una jeringa.

- Bolsito, -le dijo acercandose con la jeringa, -quiero que cierres los ojos y pienses en un lugar muy lindo, un lugar que te haga muy feliz.

Bolsito obedeció y cerró los ojos. En su mente apareció la sala de espera que estaba del otro lado de la puerta, porque realmente era el lugar que mas le gustaba. Pensó en las paredes pintadas como si fuesen el cielo y las praderas, y la gracia que le causaba el sol con lentes. Sintió un pequeño pinchacito en el brazo y, enseguida, un calor muy intenso que le empezaba a recorrer toda la extremidad, llegaba a su vientre y se exparsía por todo el cuerpo. Le empezó a doler tanto que sintió que le costaba respirar y que no podía moverse ni abrir los ojos. 

De repente sintió que la habitación cobraba vida, como siempre imaginaba que sucedía cada vez que estaba ahi. El dolor y el malestar desaparecieron por completo y ahora el sol regordete con los lentes reía profundamente. Las nubes se inflaban y desinflaban y paseaban por el cielo. Los conejos que estaban congelados en el medio de un salto cobraban vida y se iban retozando contentos por ahi, comiendo zanahorias y saludandolo a Bolsito. Mariposas de todos colores salían del pasto y lo rodeaban, los cachorritos lo invitaban a jugar. Bolsito sintió una brisa agradable pero con fuerza, que lo impulsaba a moverse. Bolsito se puso a andar feliz, y se perdió con sus nuevos amigos en esa eterna pradera soleada.

La doctora Sebácea le pidió a Manantiales que le recordara si habían pagado el servicio con despacho de cadaver y ella le contestó con verguenza que no. La doctora entonces le pidió si por favor no podía salir por  la puerta de atras.

Manantiales arrastró la bolsa negra con el cadaver de su hermanito por un pasillo olvidado y sucio del exclusivo hospital hasta salir por una puerta que daba a una calle desierta. Arrojó el cadaver de Bolsito en un contenedor y corrió para alcanzar el 571 para llegar en hora a su taller de mindfulness.


MUJER SOLTERA BUSCA

Debajo del título especificaba su edad, altura, peso, signo zodiacal, sus medidas (90-90-90) y una breve descripción que leía «No Fumo. Tolero Gatos y Perros. Debe tener buen aliento y ser educado con el personal de servicio». Debajo de esa breve descripción había una foto de una mujer de rostro insípido y porte rectangular, como caja de heladera. Debajo de la foto había un último cartel que leía: «SOY TRANSEXUAL».

Maolo sintió que lo invadía un sofoco mientras leía esa última frase en el recorte del anuncio personal que había llevado consigo al restaurante que había elegido para la cita. No tenía motivos para sentirse tan nervioso. No estaba haciendo nada malo. El mundo había mucho desde que había empezado a descubrir los matices y entramados de su propia sexualidad. No estaba yendo a espaldas de nadie tampoco, ni le ocultaba a nadie su naturaleza. La lucha era interna, la llamada viene desde adentro de casa. Había estado 20 años casado, 18 de los cuales los dedicó a enterrar los aspectos menos normativos de su sexualidad, incluso ante los ojos de un mundo que lentamente viraba en la dirección de su aceptación. Eso incluía a su familia, que había reaccionado ante lo que él había transformado en un secreto con compresión, cariño y aliento.

Ahí estaba ahora, en un restaurante meticulosamente seleccionado para ser simultaneamente discreto y popular. Ni muy discreto para que su cita no piense que siente vergüenza, ni muy popular como para correr el riesgo de encontrarse con alguien. Secretamente igual, es lo que mas deseaba, que el mundo lo viera libremente en una cita romántica con una hermosa mujer transexual.

Estaba a punto de pedirse una copa de vino cuando la vió entrar. Se acercó a la recepcionista, a quien le llevaba una cabeza y media de altura y le dejó su saquito de piel, revelando un hermoso vestido plateado que se le abultaba en los costados del torso, con breteles abrillantados que desaparecían en la montaña de musculos de sus hombros. Ella escaneó el pequeño espacio del restaurante Washingten's que un martes a la tardecita aún estaba vacío, y no tardó en conectar su mirada con la de Maolo. El microsegundo en el que cruzaron las miradas duró una eternidad, y Maolo sintió que le perforaba la cornea y le inyectaba dentro suyo un liquido cremoso, dulce y tibio, que se disolvía deliciosamente en su sangre y le recorría todo el tiempo. Maolo se preparó para un rechazo.

Ella se movió hacia la mesa con la gracia de un montacargas en un depósito diminuto. El se paró a saludarla y sentía que debíá estar largando vapor. Le rozó la mejilla con un beso y sintió el picor de una barba gruesa y densa empezando a salir.

- Estas muy hermosa, -logró decir. Ella no sonrió, solo le agradeció por invitarla y se concentró en el menú. El mozo vino a contar los especiales y ella giró levemente para escucharlo. Maolo se perdió entre los pliegues del escote de su vestido, que desde ese ángulo dejaban ver el sutién blanco de abuela que tenía puesto por encima de su pecho plano, recién afeitado, y curtido por el sol.

Maolo la dejo pedir, y cuando fue su turno pidió un vino especial sin tener que mirar la carta, cosa que pareció haber impresionado a su cita, que por primera vez sonrió timidamente como una niña, quitandose inocentemente de la cara un mechoncito de pelo de su peluca azul de superfiestas. Ella había bajado las defensas y entraba cada vez mas en confianza, permitiendose reir y mantener contacto visual. A él la confianza lo llenaba de vigor, y sentía que todo el cuerpo se le inflaba y se le ponía tieso. Todos sus chistes encontraban la risa de ella, todos los comentarios eran acertados, y cuando hablaba la escuchaba atentamente. El tiempo pasó volando.

En la puerta del restaurante, Maolo le puso el saquito sobre los hombros y se acercó al cordón de la vereda, con la intención de parar un taxi.

- Pará, vine en moto -lo interrumpió casualmente, como si no se hubiese tomado 3 botellas de vino durante la cena, -me acompañas?

Los dos atravesaron el pasillo del costado del restaurante camino al estacionamiento y cuando estaban por llegar, a Maolo lo reconoció un hombre corpulento y sudoroso.

- Marolo!!! Que haces aca?? - vociferó como si fuese un jabalí salvaje haciendose pasar por humano. Le extendió la mano con la que le pega trompadas a la novia y se la destrozó en el saludo. 

- Andas de joda Marolito???
- Ya nos ibamos
- Ah bueeeeeeeeeeeeeno -dijo mirando de arriba a abajo a la mujer de piernas peludas, peluca desalineada y 1.83 metros de altura que tenía al lado, - no nos vas a presentar???
Maolo sentía que se le congelaban los intestinos y empezó a sudar. Su cita vió como se le enrojecía la cara, se le caía la mirada, y las palabras dejaron de querer salir, y dió un paso al frente.
-Me llamo Gerarda, y vos? -le preguntó mientras le licuaba los huesos de la mano con un saludo. El hombre disimuló todo lo que pudo que se retorcía de dolor.

- Epa!! que firme el saludo -agregó, mirando directamente a Maolo y no a Gerarda - A mi me parecía que te gustaban los machos a vos JEJEJEJEEJ

Maolo sintió que se le desmoronaba el mundo, que toda la noche no había significado nada, que había sido todo un preambulo para que la humillación se sintiera peor, que nunca iba a ser capaz de ser feliz.

- Macho quien?? - dijo Gerarda, y el volumen de la voz lo sacó del transe depresivo a Maolo. -No me vas a decir tu nombre CAGÓN?!- Le dijo el transexual al desconocido.
- Pará loco, pará -llegó apenas a decir antes de que una trompada le sacara todas las palabras de la boca.

El hombre tambaleó hacia atrás y Maolo alcanzó solo a ver como Gerarda se le ponía encima, le propiciaba un par de piñas limpias pero certeras, y se parara de nuevo, acomodándose apenas los pliegues del vestido y dejando al hombre tirado fuera de combate en el suelo.

- Estas bien?- le preguntó a Maolo, a quien todavía no le volvían las palabras.

Se subió a la moto con ella y la agarró fuerte de la panza cervecera. Mientras, recorrían el centro de la ciudad a toda velocidad, Maolo se aferraba fuerte a Gerarda y se dejaba llevar por sensaciones que descubría por primera vez. Se sentía seguro, a salvo, protegido. También se sentía delicado, sensible, pero sin verguenza, sin culpa. Sentía por primera vez que su vulnerabilidad era no solo valorada por alguien, sino que le daba la sensación de que también era buscada, deseada.

Un rato después, cuando Gerarda le empujaba los primeros centímetros de su pene erecto en el ano dilatado, Maolo experimentó una claridad mental como nunca en su vida había sentido. Veía por primera vez su vida no como una serie de oportunidades perdidas sino como una gran aventura que en ese momento llegaba a un momento culmine, un capítulo que se cerraba con un final feliz y abría uno nuevo, como ahora Gerarda le abría el agujero del culo y se lo llenaba de leche. 

LA WIKI DE JIZZY

Gracias al desarrollo acelerado que ha tenido la tencología de las telecomunicaciones en las últimas décadas, este texto está viajando a la velocidad de la luz a través de ondas invisibles hacia los depósitos virtuales de GOOGLE CORPORATION.

Todos los días, cuando Jizzy toma el metro en la estación D de BEWAREOFGAY.COM, tiene que agarrarse fuerte de los pasamanos del tren, porque la velocidad de la data es capaz de disolverlo en millones de lechosas moléculas.

Pero el jueves pasado, cuando Jizzy se aprontaba para un día mas de ser abusado en situaciones morbosexuales enfermizas y humillantes para entretenmiento de 1, máximo 2 personas, se sostuvo de lo que creía ser un pasamanos pero terminó siendo el bastón de un ciego. Al arrancar el tren de la data, Jizzy salió volando, con bastón y todo, haciendo que el ciego cayera de boca abierta al suelo, dislocándose la mandíbula con un golpe que explotó en un cotillón de sangre, saliva y dientes.

-AUXILIO! ME ATACAN! ME QUIEREN MATAR SE APROVECHAN DE MI CEGUERA! ATRÁPENLO!!- intentaba gritar el ciego tirado en el piso del tren con la mandibula colgando, mientras Jizzy se incpororaba y se daba cuenta, ante la vista de todos los pasajeros, que se le habían salido los pantalones en el impacto y ahora estaba desnudo.

Esa misma noche, Jizzy se electrocutó en la bañera.

EL DESVANECIMIENTO DEL VALOR

Al fondo de un pasillo oscuro y húmedo en el quinto piso abandonado de un edificio en el centro de la ciudad de Metropeteo, estaba la oficina del detective privado Josefo Borboleta.  Era una habitación de no mas de cuatro metros cuadrados, incluso menos, donde apenas entraba un escritorio de roble negro irlandés de absurdas dimensiones. En otras epocas había servido de deposito para el personal de limpieza, cuando el piso 5 burbujeaba de actividad en las oficinas que hoy en día estaban tapeadas y eran hogar de ratas, palomas y pastosos. Ahora estaba cubierta de piso a techo por papeles de diario y baldes de metal que atajaban las goteras. Recostado contra la pared con los pies en el escritorio estaba el detective Borboleta, remojandose en su estupor alcohólico cuando sintió que golpeaban a su puerta, algo que sucedía con suerte unas tres veces por año, y nunca eran clientes, sino cobradores, personal del edificio, o peor aun: abogados de su ex esposa.
Tocaban a la puerta de nuevo y esta vez se incorporó. Del otro lado del esmerilado de la puerta donde estaba grabado su nombre no había ninguna silueta, y al detective borboleta si los fantasmas que sabía que había en el piso 5 finalmente se dejaban de pretensiones y decidían hacer contacto con él, que era igual de fantasma que ellos. O más.
-Adelante-, y se incorporó en la silla a la vez que se subía la bragueta.
La puerta se abrió lentamente y del otro lado apareció un niña. No debía tener mas de 5 años, sin embargo estaba vestida como una mujer de los años 20, y Borboleta pudo notar que llevaba puesto un corset.
-Hola nena-, dijo sorprendido borboleta, - viniste sola?
La niña sacó una cigarrera de metal, comicamente gigante en sus manitos de prescolar, y sacó un cigarrillo que se llevó a la boca.
-No se enteró? Las mujeres podemos andar solas desde hace años-, y sacó de su escote, de entre donde en algun futuro estarían sus tetas, un encendedor que parecía enorme en esas manos que seguro estaban acostumbradas a sostener boligoma y nada mas. - Le haría bien salir un poco de esta oficina-.
El infante entró en la oficina, fumando el desproporcionado el cigarrillo, meneando las caderas que aun no había desarrollado con una sensualidad de una cualidad fantasmal, como un eco de un futuro que aún no sucedía, que se detuvo instantaneamente cuando llegó a la silla e hizo un esfuerzo tremendo por subirse, demostrando una clara falta de desarrollo motriz. Borboleta la observó tantear y fallar con sus patitas de fideo. En su desesperación infantil casi tira toda la silla abajo pero finalmente lo logró, y al momento de incorporarse también volvió recuperar su inpronta tan alebosamente adulta. Borboleta decidió seguirle el juego.
-En que puedo ayudarla, señorita...?
-Mi nombre es Pamela Sopappa y busco sus servicios porque mi marido, Brutto Moledora, está desaparecido hace un mes.
Borboleta se incorporó de repente y la miró fijo.
-El senador Moledora? Pero si lo vi ayer en la televisión dando una conferencia.
-Eso era una imagen falsa, señor detectivbe, una ilusión óptica y auditiva generada por tecnología computacional de punta-, le dijo largando humo de cigarrillo por entre los dientes de leche, - mi marido hace un mes que no está, y no puedo acudir a las autoridades, usted ya sabe como es esto me imagino-.
El detective borboleta la miró de arriba abajo, cosa que no le costó mucho ya que no medía ni un metro. Necesitaba el dinero. Mas que nada, necesitaba el trabajo, el ejercicio mental, la excusa para salir. Pero era un trabajo demasiado grande. Y todo acerca de esta prepuber era sospechoso.
-Que garantías tengo de que esto sea real?
Pamela sonrió y juntó sus manos sobre su pecho, un gesto que haría sobresaltar sus pechos por sobre el escote, si los tuviera.
-Que pasa detective? No le parezco creible?
Por supuesto que no, no le parecía ni un poquito creible. Pero no dijo nada.
-Donde quedaron los días donde una mujer podía entrar en la oficina de un detective privado a que le solucione sus problemas?-. Mientras decía esto, Pamela Solappa trepó sobre el enorme escritorio del detective Borboleta y comenzó a gatear hacia el, de una forma que sería sensual si no fuese una niña que aun no sabía multiplicar y dividir. Borboleta estaba muy paralizado por la situación como para reaccionar apropiadamente, y en pocos segundos la niña estaba sentandose encima suyo.
-Quizas necesita que le deje una garantía?-, le dijo mientras le volvía a bajar la bragueta y metía su diminuta mano de bebé, revolviendo y buscando el miembro viejo y verrugoso de Borboleta. 
No hubo mas palabras, Pamela había tomado control de la situación y Borboleta no podía hacer nada al respecto, excepto dejarse llevar. Se preguntó como iba a hacer para entrar todo en ella, pero no hubo problema. Se le nubló la vista y tiró la cabeza para atras, dejandose mojar por una gota que caía del techo que le golpeaba la frente al ritmo que Pamela Solappa le golpeaba el glande con la cavidad uterina.
En ese momento alguien abrió la puerta. Era Fasito, el custodio del lugar. Solía pasar a la hora de irse, como una amabilidad, para despertar a Borboletta de su estupor. Lo quería mucho y le tenía lastima, y sus visitas se habían hecho una costumbre que ambos disfrutaban, y como se habían vuelto tan frecuentes esas visitas en las que siempre encontraba a Borboletta dormido, había elegido el día de hoy par pasar sin tocar la puerta. La imagen de su nuevo y de momento unico amigo, ese hombre de alma perdida como él que empezaba a sentir como hermano, penetrando la diminuta vagina de una niña de cinco años mientras le agarraba la cadera tan pequeña que las llemas de sus dedos se tocaban, meciendola de arriba a abajo sin esfuerzo como un juguete sexual hecho de carne, le heló el alma.
Se fue lo mas rapido que pudo y ni bien estuvo afuera, en el centro de la ciudad en hora pico, donde la lluvia levantaba intensidad y reducía la visibilidad, se tiró enfrente de un camión. Quedó cuadriplégico el resto de su vida, hasta morir finalmente a los 98 años.

LOS PELIGROS DE VIAJAR EN BONDI EN LA TERCERA EDAD

En una escala del 1 al 10, siendo 10 enorme y vasto como el universo y 1 siendo tan pequeño que es invisible al ojo humano, el bulto del hombre viajando parado en la parte trasera del 563 era un sólido 8, siendo ̈"sólido" la palabra clave. Margarines Citronella tuvo que hacer un esfuerzo para quitarle los ojos de encima. El hombre en cuestión era apenas un hombre. Con suerte tendría 18 años, y Margarines ya llevaba más de 15 años de menopausia. 

Había salido de su casa por primera vez en 1 año y medio, la pandemia había fomentado inevitablemente sus tendencias ermitañas. Le sorprendió lo distinto que encontró al mundo en tan poco tiempo. Había envejecido mucho más que un año y medio durante la pandemia, a la cual había entrado como una persona mayor pero con grandes aspiraciones, y había salido como una ancianita con toda su vida ya vivida y su cuerpo, alma y mente ya entrando en su hibernación final.

De ésta introspección nostálgica en la que solía caer con creciente regularidad la sacó la sensación de algo duro rozándole el hombro. Al girar la cabeza notó que el tipo que viajaba parado en la parte trasera del bondi estaba ahora al lado suyo, con su bulto carnoso y palpitante apoyado en su hombro, y sus ojos negros clavados en los suyos. Margarines volteo la mirada inmediatamente a la vez que un fuego en vientre que había estado décadas apagado se prendía de repente como si le hubiesen tirado un balde de alcohol encima. El calor la hizo sudar. Volvió a mirar y vio que el joven seguía mirándola. Margarines sentía como, con unos movimientos sutiles, el jóven le apoyaba y le rozaba el bulto en el hombro. La frente se le llenó de gotas de sudor y, viendo esto, el joven esbozó una sonrisa lasciva, pasándose la lengua por los labios cual rapero en un videoclip al ver un culo, un fajo de guita, o ambos.

Con un movimiento de cabeza la invitó a bajarse con él, y se movió de nuevo a la parte trasera del ómnibus para bajarse. Margarines no sabía donde estaba, el ómnibus había seguido su recorrido por una parte de la ciudad que rozaba lo rural y lo marginal. Ya estaba grande para estas cosas, pensó, pero el fuego en su vientre no la dejaba pensar, le nublaba la vista. El joven la miraba expectante, pasando la mano por su enorme bulto cuando nadie lo veía. El fuego en su vientre o la nostalgia en su mente le dijeron, a la vez, que esta es una oportunidad que nunca se le iba a volver a presentar, y entonces se bajó con el muchacho.

Sin decirse una sola palabra, el chico la guió hacia un terreno baldío que se convertía en monte salvaje. En un solo movimiento la trajo hacia sí mismo y la apoyó contra un árbol y empezó a abrirle la blusa de crochet. Margarines sintió las manos, sorprendentemente toscas para alguien de su edad, metiéndose por debajo de su vestidito de verano y bajándole la bombacha. En un impulso que no sentía hacía muchísimos años, bajo su mano para abrirle la bragueta.

Para sorpresa de ella pero de nadie más, de la bragueta cayeron las 3 medias que constituían su bulto, revelando un pene flácido de unos 2 centímetros aproximadamente, totalmente lampiños. Los testículos parecían no haber bajado nunca, y el prepucio arrugado la miraba como un cíclope enano enojado. Margarines no tuvo tiempo de reaccionar antes de que el chico se abalanzara contra ella, saltando y moviéndose como un cachorrito en su primer celo, rozando su micropene prepuber contra su vagina arrugada y colgajosa, haciendo unos sonidos con la garganta que le recordaban a todas las veces que sus hijos, nietos, y sobrinos eran bebés haciendo esfuerzo para hacer caca en el pañal.

Luego de un minuto y medio de ser empujada contra el árbol a caderazos, el chico se alejó y, usando su dedo indice y pulgar, masturbó su minúsculo pene de bebé hasta que salió burbujeando lo que debería ser semen pero, considerando el color amarillento y la cara de dolor del chico al eyacular, parecía ser pus. El hombre se subió la bragueta y sin decir nada se fue del monte.

Margarines se desplomó contra el árbol, con la bombacha baja y rodeada de tres pares de medias, y se masturbó hasta causarse un infarto.

Cuidado Guillermito!

A la hora del recreo en la guardería Pequenhas Bolashas, los niños son liberados de la supervisión adulta gracias al enfoque pedagógico de la institución que intenta promover espacios en donde los niños exploren crear sus propias reglas y jerarquías. Esto hace que el recreo no sea un espacio igual de disfrutable para todos los niños, lo cual es el resultado esperado por el enfoque de la Institución, quien insiste que ésto enseña importantes valores a los niños, pero para nadie es menos disfrutable que para Guillermito Palacios.

En su casa, Guillermito es un niño activo, feliz, muy imaginativo. En clase se muestra inteligente y curioso, manteniendo un nivel de comunicación con las maestras superior al de otros niños de su edad. Pero a la hora del recreo, Guillermito cambia por completo su actitud. Dentro de los confines de una clase, con reglas claras y limites marcados, Guillermito siente que no tiene nada a que temerle, pero una vez que lo sueltan al enorme patio del recreo, con sus confusos caminos, enormes arboles, y recovecos indetectables, lo invade un pánico paralizante. Para sorpresa de nadie, los niños se convierten en auténticos monstruos cuando quedan sin supervisión en el patio. El arenero se convierte en una batalla de campo donde los mas sanguinarios de los niños enfuerzan su dominancia a golpes sobre los mas débiles. El árbol del centro del patio es la guarida de los niños que saben treparlo, y reciben con pedradas e insultos a quien se acerque. Entre los recovecos del rosedal, las niñas inventan juegos cada vez mas sádicos con niveles de manipulación psicológica poco vistos en verdaderos psicópatas adultos. 

Guillermito intenta sobrevivir lo mejor que puede a todo esto con resultados variados, pero su técnica de mantenerse en movimiento como si se dirijiese constantemente a algún lado mientras cuenta los minutos para el final del recreo está empezando a dejar de ser tan efectiva. Los otros niños, ya cansados de siempre violentar y torturar a los mismos otros niños, empiezan a notar cada vez mas a Guillermito como carne fresca, al que aun no le tocó, y en cualquier momento le toca verselas con todos. Guillermito esto lo sabe muy bien.

Es por eso que, el último día en que estuvo vivo, Guillermito decidió hacer una pequeña triquiñuela: unos segundos antes del recreo pidió para ir a buscar un muñeco en su mochilita que estaba colgada contra la pared, logrando que el timbre suene justo cuando desaparecía del campo visual de la maestra, momento en el cual Guillermito se esconde abajo de una mesa mientras la manada monstruosa de niños se abalanza como bestias hacia la puerta del patio. Unos minutos después, Guillermito estaba libre.

Ver su clase vacía le generó muchisima tranquilidad, pero sentir que el resto de la escuela también estaba vacía le cosquilleaba la curiosidad, y eso lo llevó a salir a explorar. No tardó mucho en empezar a sentir voces alteradas viniendo de atrás de una puerta al final de un largo pasillo, una habitación que desconocía. Guillermito recorrió ese pasillo solemnemente, como si una parte de si supiera que éste sería no sólo el momento definitorio de su corta vida, sino también el último.

Lo que Guillermito vio detrás de la puerta:

Su maestra, Anita Clítorez, recostada sobre una especie de camilla, totalmente desnuda, con las piernas abiertas y flexionadas, sus piernas apoyadas sobre unos posapies de cuero. Una lamparita pelada de lato consumo colgando de un cable iluminaba la escena desde arriba. El profesor de gimnasia Carlos Bijagrán agarraba unas pinzas parrilleras de un cajón mientras que el director de la escuela, Horacio Gasoducto, consolaba a la señorita Clítorez que gritaba angustiada entre lágrimas.

"Es por tu bien," le repetía mientras le sobaba la frente sudada "vas a ver como todo se soluciona."
Los sollozos angustiados de Anita Clítorez se transformaron en gritos ahogados de dolor cuando Carlos Bijagrán comenzó a introducirle las pinzas parrilleras en la vagina. 
"Necesita mas anestesia, Horacio" dijo el profesor de gimnasia, a lo que el director procedió a prender un cigarrillo y en seguida apagarlo sobre el pezón erecto de la señorita Clítorez. 
"Más, no es suficiente, más" dijo Carlos ya con toda la pinza y la mano entera adentro de la vagina, y Horacio volvió a prender un cigarrillo para esta vez apagarlo sobre el ojo abierto de Anita Clítorez. 

Y mientras Guillermito comenzaba a hacerse pichi en los pantalones, Carlos Bijagrán finalmente retiró su puño húmedo de jugos vaginales de la vulva de Anita, seguido por las pinzas que sostenía, que a su vez agarraban un enorme feto que se deslizaba hacia afuera de la vagina con un fuerte SLOPF.

Por una fracción de segundo, Guillermito se liberó de su parálisis y eligió ese momento para salir corriendo. Voló por el pasillo hacia su salón de clase en donde enfiló sin detenerse hacia el patio donde estaría seguro de lo que acababa de vivir. Pero para cuando llegó a la puerta, el pichi ya había llegado a sus championes de goma, causando que se resbale y caiga de cabeza sobre el pestillo de metal, que se le incrustó por el ojo directo hacia el cerebro, matándolo al instante.

El consenso general fue el de que Guillermito, emocionado por salir al recreo, se abrió la puerta en la cara, quitándose la vida. Su familia quedó devastada, pero también muy avergonzada, y es por eso que pidieron que en el obituario se aclarara que Guillermito sufría síndrome de down.

Jizzy va al Zoológico

El último fin de semana antes de que lo cerraran los protestantes trans-veganos, el Zoológico Municipal de Costa Meretriz organizó su despedida a lo grande. Con entrada libre y disparatados descuentos en las golosinas y regalos, el parque de animales tuvo su mayor concurrencia en décadas. Jizzy aún no se recuperaba del todo de la operación a la que se había sometido como resultado de su intento de Seppuku, pero era su ultima oportunidad de ir a su lugar favorito, así que se tomó un cóctel de calmantes y fue.

Era un día hermoso de primavera, el sol radiante y la brisa refrescante. Jizzy recorrió las pequeñas calles del zoológico con regodeante alborozo. Vió a los flamencos, elegantes y rosados, y a las jirafas, con su elegancia enternecedoramente marciana. El hipopótamo saludaba emocionado a la gente, mientras que los rinocerontes mantenían su distancia, con su característica cautela majestuosa.  Los niños gritaban de júbilo cerca de las jaulas de los leones, quienes daban un espectáculo de rugidos y poses amenazantes. Jizzy se desvió por la cueva de los reptiles, en donde lo rodearon serpientes gigantes, perezosos lagartos, iguanas de todos colores, y demas criaturas reptantes. Emergió del otro lado de la cueva ante los chillidos libidinosos que venían de la jaula de los monos.

Jizzy sabía que el premio estaba al final de este recorrido, en donde se encontraba su animal favorito: el elefante. Le prestó debida atención a los demás animales, y con mucho gusto sin duda, pero rápidamente iba reduciendo el tiempo de estas visitas, deseoso de llegar al final. Cuando por fin llegó al recinto del elefante, sintió que su estómago se congelaba. 

Al contrario del resto de los animales del lugar, el elefante estaba viejo, arrugado, cansado. Su piel se sarandeaba en largos colgajos al moverse incitado por un custodio del zoológico. Hizo contacto visual con Jizzy con su ojo venoso y lastimado, rodeado de lagañas, pus y lágrimas. Su vagina prolapsada colgaba como una segunda cola y, habiendo perdido toda su dignidad, empezó a defecarse encima en frente a todos. Sus heces eran blandas, casi liquidas, y se deslizaban revistiendo los labios de su vulva estirada. Como si esto fuera poco, el elefante empezó a mearse en pleno defeco. El meo y la mierda blanda se mezclaban en un potaje grumoso color marrón dorado que parecía no tener fin, y se deslizaba por el suelo de tierra seca del recinto hasta llegar casi a los pies de Jizzy, quién miraba todo con profunda tristeza. 

El sol se puso, las familias volvieron satisfechas a sus casas. El zoológico cerró sus puertas para siempre, poniendo fin a una era, y esa misma noche, no pudiendo olvidar nunca más lo que había visto esa tarde, Jizzy se inmoló.

CONTINÚA LA HISTORIA

El secreto de Susanita Trompachota, como muchos de los problemas que éste le había traído, estaba entre sus piernas. Hasta ese momento, nadie había podido descubrirlo, ni siquiera su esposo Gervardo. Había sido muy sutil pero perseverante en ocultarlo todos estos años, manteniendo una admirable consistencia en su red de mentiras.

Pero todo esto estaba a punto de cambiar.

Esa misma tarde, como todas las tardes, Susanita Trompachota se excusó de su despacho en la oficina de Regulaciones Anexadas para dirigirse al baño del fondo, donde realizaría su rutina higiénica secreta.


CONTINUARÁ!!!!!!!!!!!11

ULTIMAS NOTICIAS

Alguien ha sido asesinado  en una casa ubicada en la esquina entre las calles Coronel Bombazo y Avenida de las Gangrenas. El siniestro se dio durante una cena familiar.

El detective Lorenzo Nalgas llegó a la residencia a eso de las 23:40. Los invitados habían sido retenidos por oficiales de la policía.

La víctima, Norita Herencias de 89 años yacía muerta sobre su mantel de rosas bordado por ella, manchado de sangre y rodeado de millones de pedazos de cristal de la mesa de vidrio donde éste yacía.

La lista de invitados y, por ende, sospechosos es:

Inocencio Herencias de 57 años, hijo primogénito de Norita, acompañado por su esposa Trolaika de 23 años y nacionalidad Ukraniana.

Sospecciozza Herencias, de 48. La segunda hija de Norita, y la primera con su segundo marido, Muzarello Fascisti, fallecido el Agosto pasado. A ésta la acompañan sus 3 hijos solteros: Trobaldo (28), Fernindo (22), y Fassitto (21).

Desheredi Herencias, de 46, tercer y último hijo de Norita, ausente de la familia desde los 16 debido a su "estilo de vida alternativo".

Culpablè Croissant de 27 años y actual amante de Norita, de nacionalidad francesa.

También en el evento se encontraban: la mucama, Pretta "Negrita" Negroni, el jardinero, Juancito Granporonga, y el encargado de seguridad del perímetro, Eduardo Violín Deniños.

El detective interrogó uno a uno a los invitados en la salita del fondo y llegó a una irrefutable conclusión:  el asesino no se encontraba presente en el lugar. En cambio, el dective desvió sus sospechas hacia causas naturales.

La policía retuvo de todas formas a toda la familia mientras que el detective se dirigió al centro de la ciudad, a la tienda de yuyos y suplementos "Causas Naturales". Luego de interrogar a todos los empleados durante 7 horas de corrido, dedujo que la tienda no habia tenido nada que ver con la muerte de Norita. 

Y mientras intentaba conjeturar una nueva causa de muerte, un segundo detective que había estado trabajando encubierto, Palometti Dicacca, ordenó el arresto del detective Nalgas.

Los miembros de la familia Herencias habían confesado a la policía que, durante sus interrogatorios en la casa, el detective Nalgas habría violado analmente a cada uno de ellos, incluyendo a la misma Norita, quien en realidad había caido dormida sobre la mesa y no habría muerto hasta que el detective Nalgas introdujo su pene erecto en su ano viejo y prolapsado, causándole las hemorragias internas y sida que acabaron con su vida.

El velorio es este viernes a las 2 de la tarde en el salón C de Mortadelli.

LA VENGANZA MEJICANA

Blancaketa Gutierrez había tenido suficiente. Esta vez su vecina se había propasado. Desde que se mudó al apartamento de arriba, Yolandita Pobrez no había traído mas que problemas a la comunidad. Al principio parecían simples diferencias culturales, como la música marginal de pobre que Yolandita ponía a todo volumen y a toda hora.  Y si bien Blancaketa nunca se había quedado callada ante las repetidas faltas de respeto de sus vecinos de arriba, siempre se había manejado con un respeto que priorizaba la convivencia pacífica.

Pero cuando Blancaketa había llegado del ballet la noche anterior (una exquisita rendición de Les Puttittes Della Gloria Hoyelle de un tal Juan Pedro Filia), y había encontrado un AVISO pegado en el ASCENSOR COMUNITATRIO ofreciendo los SERVICIOS DE MASAJISTA de Yolandita, su paciencia había terminado de agotarse.

El cartel era de una ORDINARIEZ alevosa, no solo por el servicio que ofrecía sin calificaciones ni aclaraciones, sino también por su presentación en un pedazo cortado de papel con renglones, y su prosa en bic azul acribillada de horrores gramaticales. Blancaketta ya no podía vivir así. Era hora de tomar cartas en el asunto.

En su juventud había vivido en Méjico, y por esos lugares arreglaban las cosas con algo que llamaban: EL DISCO DE ORO. Consistía en mear en un plato, ponerlo en el freezer y, al otro día, separar el disco de dorado de meo de plato y deslizarlo por debajo de la puerta. Blancaketa se relamió de solo pensarlo, y continuó relamiéndose mientras meaba en el plato, y luego mientras lo colocaba en el freezer, y luego cuando fue a acostarse esa misma noche. Continuó relamiéndose cada vez con mas violencia, causándose unas ulceras en las comisuras de los labios que le sangrarían por los siguientes 5 días.

A la tarde siguiente de haber meado en el plato, cuando Yolandita había salido a "trabajar", Blancaketa tomó el disco dorado y subió sigilosamente hacia el piso de arriba. Intentando hacer el menor ruido posible, deslizó el disco dorado por debajo de la puerta. Temblando de emoción por su deliciosa venganza, perdió el control de sus pies al intentar incorporarse para huir, y cayó violentamente de nuca al suelo.

El golpe la inundó de electricidad y le arrebató toda movilidad en el cuerpo. Así estuvo durante 5 horas, y durante ese tiempo sintió como el meo del disco se derretía y avanzaba por debajo de la puerta no solo hacia el apartamento de Yolandita, sino también hacia su vestido que lo absorbía goloso como si fuese un refrescante jugo de verano.

Fue la misma Yolandita la que la descubrió, paralizada y meada, con la boca chorreando sangre y los ojos ya perdidos en una psicosis irrecuperable, incapaz de formar una palabra coherente. Fue Yolandita también la que, después de retar a su perro a quién creía responsable del meo en la puerta y, por ende, del tropezón de Blancaketa, llamó a una ambulancia. Y fue también Yolandita la que se quedó en el hospital durante 3 horas hasta que los doctores pudiesen comunicarse con alguno de los 5 hijos de Blancaketa.

Yolandita nunca se enteró de la verdadera naturaleza de los eventos que habían sucedido, y pasó a vivir una larga y satisfactoria vida. Blancaketa quedó cuadriplégica para siempre y murió de sida 2 años después.
GAY

La nueva historia!

Susanita Trompachota tenía un secreto.



CONTINUARÁ!

El hit del VerAno

Estaba volviendo a casa una tarde particularmente calurosa de verano cuando me encontré con una fila que se extendía desde la puerta de la heladería de la cuadra y daba vuelta la esquina. Me llamó la atención porque, por más que realmente hacía calor ese día, el lugar nunca estaba asi de concurrido y las trabajadoras del local eran particularmente eficientes en manejar un flujo grande de clientes, si lo hubiera. Me acerqué a la última persona de la fila, que era una señora de sonrisa simpática y una verruga enorme en su ceja izquierda, y le pregunté que estaba pasando. "Están estrenando un nuevo sabor que viene de Europa" me dijo, aunque no me supo aclarar de qué era el sabor, y tampoco supieron las otras 3 personas a las que les pregunté. Solo repetían lo mismo: nuevo sabor, sensación, limitado, Europa, etc.

Veía a lo lejos a la gente salir de la heladería fascinada y por mas que no tenía mis lentes podía notar que era de un color rojo muy intenso, con un brillo violáceo poco natural. La fila se seguía llenando de gente y sentí el empuje incómodo de la presión social. Me puse al final de la fila y esperé que alguno de los clientes saliera caminando en mi dirección, así les podía interrogar mas específicamente por el misterioso helado, y si veía que no me apetecía me iba a casa y listo. Pero en los 40 minutos que estuve en la fila ni una sola persona salió en dirección de la fila, que se mantenía igual de larga o quizás más aun de como la había encontrado.

Las chicas de la heladería me reconocieron y me saludaron con mucha simpatía y me preguntaron si venía yo también a probar la nueva sensación. No dejando que su simpatía afectara su eficiencia, ya me estaban sirviendo el helado mientras yo respondía que si. El nuevo sabor no estaba en exhibición con el resto de los clásicos, sino que venía directamente de un barril metálico en el fondo detrás del mostrador. Resulta que los 40 minutos de suspenso esperando al calor insoportable no me habían preparado para la monstruosidad que la sonriente muchacha de atrás del mostrador ahora me entregaba en un cucurucho. De cerca, la cosa ni parecía un helado. A primera vista era mas bien un coagulo amorfo sangrante encima del cucurucho, no parecía ni siquiera estar frio. Noté que la cosa pretendiendo ser un helado tenía forma de tubo y estaba enredada en si misma encima del cucurucho. En cierta forma se asemejaba a una serpiente, pero en cierta otra forma, mucho mas específica, parecía un intestino grueso. En la parte mas superior, el tubo de tripa terminaba en un ano que parecía tener piel y todo. Noté que la chica perdía fuerza en su sonrisa mientras esperaba que yo agarrara la nueva sensación de Europa en su mano, y entendí que estaba atentando directamente en contra la eficiencia de la que estaban orgullosas. Así que tomé el coagulo en cucurucho y me fui, agradeciendo como pude.

Salir al calor sofocante del exterior ahora sosteniendo esta monstruosidad me revolvió el estómago y me nubló la vista. Quise tirarlo a la basura, pero estaba paralizado. Todo mi esfuerzo físico se concentraba en intentar no mirar la inmundicia que sostenía, aunque era imposible no verlo en por el rabillo de mi ojo. Incluso lo podía oler asándose al sol del verano, olor a asado de achuras. A mi alrededor la gente estaba sentada, disfrutando como si fuese un helado normal. Adultos supuestamente sanos de la mente pasaban su pequeña cucharita por las tripas en cucurucho sin recoger realmente nada y se la llevaban a las bocas vacías, haciendo la pantomima de estar saboreando algo delicioso y refrescante. Varios niños corrían sosteniendo su cucurucho sangrante y sus padres les gritaban que se les iba a derretir. La señora con la verruga me lanzaba una guiñada cómplice mientras lamía el exterior fibroso del revuelto de intestinos. No pude evitar dudar de mi sanidad mental. En mis delirios mas profundos podía llegar a entender que todos los adultos estuviesen conspirando, haciendo de cuenta que es un helado común y corriente para que yo me coma esas tripas crudas, pero los niños? Algo estaba pasando, yo no estaba viendo con claridad, estaba recayendo en mi locura, estaba alucinando.

Finalmente decidí confrontar a la cosa. Fijé la mirada en el pequeño ano que coronaba el cucurucho de tripas. Parecía vivo. Me dije a mi mismo que era solo un helado normal, y que estaba alucinando, y que a la alucinación le iba a ganar afrontándola. Entonces puse mi lengua y labios en el ano. Para mi sorpresa, ni bien hice contacto, el ano se abrió y dejo salir un largo sorete marrón, directo en mi boca. El shock casi me hace devolverlo al instante pero resulta que, en realidad, lo que parecía caca no era, sino que el mas delicioso helado de chocolate suizo que había probado en mi vida, un sabor delicado y corpulento que me devolvió literalmente el alma al cuerpo. Sin estar convencido del todo que seguía no alucinando, le di otro lenguetazo al ano y de ahí salió otra porción voluminosa de helado de chocolate. Mi disposición cambió por completo. Ahora veía a los niños estimular con sus lenguas el ano en su helado y recibir la descarga chocolatosa y deliciosa en sus bocas con alegría. Tuve el instinto de colocarme en la fila de nuevo solo para poder comprar otro cuando terminara con éste, pero logré controlarme. Caminé con mi helado europeo moderno hasta mi casa, que me duró justo hasta que estuve en la puerta. Tiré el cucurucho.

Al día siguiente el helado ya estaba agotado, y no volvería a aparecer nunca más. El recuerdo de ese sabor delicioso nunca me dejó, y hasta el día de hoy cada vez que voy al baño me quedo unos segundos mas de lo normal con la mano en la palanca de la cisterna, mirando mis heces en el water, controlando un impulso muy fuerte que nunca más me abandonaría.

Be nice to gay

Anastascia Penne había estado temiendo este momento toda la semana, y finalmente estaba a punto de suceder: su nuevo novio tocaría el timbre de la casa de sus padres en cualquier momento. Había intentado ocultar los sentimientos negativos que le causaba este encuentro, tanto a su familia como a si misma. Tomó una decisión consciente de nunca ponerse a imaginar reacciones o a preparar excusas, pero en este mismo instante se arrepentía por completo de su elección. Tendría que haberse preparado, tendría que haber corrido simulacros en su cabeza, debería haberles avisado a su familia de... bueno, de todo! Como reaccionará su madre cuando lo vea? Y su padre? Oh dios, sus hermanos adolescentes Cajoneta y Felipao! Ellos no van a tener ningún reparo en decir lo que piensen. Anastascia sentía que su estómago hervía lleno de aceite viejo, algo tenía que hacer al respecto y rápido. Corrió por las escaleras hasta el primer piso y cuando se topó con su madre y comenzó a decirle que tenía que hablar con todos un segundo, sonó el timbre. El corazon de Anastascia se detuvo por completo por lo que parecieron varios segundos de corrido, para enseguida ponerse en marcha a toda máquina , golpeando tan fuerte el pecho que parecía que le iba a romper una costilla. Lamentablemente, su parálisis ocasionó que sea su padre el que tome la iniciativa de abrir la puerta y presentar finalmente ante los ojos de la familia Penne el nuevo novio de la primogénita.

"Señor Penne, un gusto" dijo Marcelino Chottè mientras le estiraba la mano. Horacio Penne no tuvo opción que titubear y, aunque demoró tan solo 2 segundos en devovler el saludo, ese tiempo se estiró en una eternidad en el que el patriarca de la familia Penne analizó de pies a cabeza al invitado. Para empezar, su mano solo tenía 3 dedos. Los otros 2 habían sido mutilados, a decir por las cicatrices obsccenas y mal curadas. Esa mano estaba unida a un brazo con un clarisimo problema de tono muscular. Parecía hecho solo de hueso y cubierto con una capa de piel mucho mas grande de lo necesaria, que colgaba de su antebrazo y flapeteaba al aire cual masa de pizza irrompible al estrechar la mano de su suegro. El otro brazo estaba amputado a la altura del codo. Cubría su cuerpo una remera negra con una imágen Animé explicitamente prongográfica en donde una muchacha con orejitas tiernas de conejo y rosados cachetes estaba atada de pies a cabeza mientras un viejo barbudo le lamía la vagina. Los detalles en la saliva en la lengua del viejo estaban resaltados con una pintura brillante que ante la luz de la tarde en la entrada de la residencia Penne hicieron que Horacio se encandilara un poco. Su cara directamente no estaba. Anastascia explicaría luego que un hongo infeccioso le comió todo el rostro y que generalmente usa una máscara, pero ese día Marcelino decidió presentarse "tal como es", una idea muy mal aconsejada por su único amigo que en realidad era su tortuga. Donde debía estar su rostro había un agujero, las fosas nasales al aire, sin ojos, y una lengua suelta que se movía como si tuviese consciencia propia.

Anastascia, viendo su pesadilla volverse realidad ante sus ojos, reaccionó y corrió a los brazos de su enamorado, haciéndolo pasar y presentandole a todos: "Estos son mis hermanos, Cajoneta y Felipao, y mi madre, Godoya". Marcelino dijo "Un gusto conocerlos finalmente" con una claridad que contrastaba directamente con la lengua temblequeante que supuestamente estaba generando esas palabras, y tomó la mano de la madre para "besarla". Anastascia sentía que podía morir en cualquier momento, pero mientras fue avanzando la velada se fue tranquilizando. La cena fue amena y, mas allá de alguna que otra mirada curiosa de los adolescentes mientras Marcelino arrojaba con la mano bolos enteros de comida hacia el hueco en su cara, todo se llevó con una naturalidad sorprendente. Luego de la cena, a la hora del postre y el café, todos se movieron al living a jugar juegos de mesa donde Marcelino los conquistó a todos con sus rapidez humorística y soprendente astucia para los juegos. Al final de la noche, los padres dejaron que Anastascia despida sola a su novio en la entrada de la casa y, al cerrar la puerta, apareció su madre a su lado y dandole un beso en la mejilla le dijo: "Estoy muy feliz que hayas encontrado a alguien tan dulce".

Anastascia se arrojó en su cama extasiada, no podía creer lo bien que había salido, todos sus miedos habían sido infundados. Su sangre hervía de emoción y se sentía excitada, y justo en ese momento apareció Marcelino por su ventana. Había trepado la pared del costado. Anastascia sabía que estaba mal, pero la excitación pudo mas que ella y ayudó a Marcelino a entrar mientras lo desnudaba salvajemente, en un solo movimiento. Marcelino ya tenía su pene de 19 centimetros de largo y 8 de diámetro completamente erecto. La penetró brutalmente contra la pared, el sudor de su frente cayendo en el hueco de su cara mientras lo hacía, haciendo que Anastascia gritara de placer y dolor. Los padres, por supuesto, estaban en la habitación escuchando todo. Pero lejos de enojarse, les parecía tierno escuchar a la juventud expresar su amor, y los hacía acordar a la suya propia. La potencia del pene gigante de Marcelino prolapsándole la vagina a su hija de 14 años en la habitación conjunta era tanto que incluso llegaron a excitarse y, de un momento a otro, ellos también estaban teniendo sexo salvaje. Lo que nadie sabía es que en la habitación de abajo, la de los adolescentes, Cajoneta le hacía un fellatio a su hermano mellizo Felipao mientras éste le penetraba el ano con su dedo, al igual que todas las noches.

A la mañana siguiente fue la empleada la que tuvo que limpiar todos los restos de sexo de la casa. Usó un mismo trapo para todos los restos de semen de los distintos sexos, haciendo alarde de su eficiencia, y luego lo tiró. Lo que nadie sabe es que en ese tarro de basura, al juntarse todos los restos de semen a la vez, un ser hecho de semen cobró vida y saltó del tarro. Al no tener nombre ni pasado, decidió bautizarse a si mismo Jizzy y dejó la casa de los Penne para siempre, listo para explorar el mundo.

La redención de Jizzy

Dos días antes de que Jizzy se pegara un tiro por el violento remplazo de sus pasteles de manteca y crema por hedor a heladera oxidada y sudor, su madre lo había llamado para avisarle que estaba a dos cuadras de su casa.
Esto era altamente inisual, la señora Cánceres siempre había hecho alarde de respetar los espacios de sus hijos, y por ende Jizzy sintió que algo tendría que andar terriblemente mal. Inmediatamente puso a calentar agua en la caldera para poder esperar a su madre con té árabe, y asi poder suavizar la seguro pésima noticia que venía a dejarle a su hijo. 
Sin embargo cuando la caldera pitaba del hervor, la madre de Jizzy aun no llegaba. Había tenido tiempo mas que suficiente para recorrer las dos cuadras que le faltaban. Que habría pasado? Jizzy abrió las persianas de su apartamento para mirar a la calle. Estaba doña Botana barriendo el frente de su casa y el cuidacoches Carlos Putto sentado en su reposera de siempre, pero no había señales de su madre. Algo estaba saliendo mal, y Jizzy lo sabía, entonces agarró las llaves y salió de su apartamento. Atravezó el pasillo a toda velocidad, pero se detuvo en frente de la puerta del apartamento de su vecino Eduardo Garcas. Un sonido le llamó la atención: un quejido sordo y desesperado y un forcejeo leve contra el suelo, arrítmico y violento. Jizzy se imaginó al pobre Edu Garcas amordazado en el suelo luego de un robo y no tuvo opción que tirar la puerta abajo.
Ahi estaba Edu, pero no estaba amordazado. Llevaba puesta una musculosa blanca con una mancha de grasa que facilitaba la transparencia de sus pezones peludos, los calzoncillos por el piso, y nada mas. De rodillas y deglutiendo con fervor y pasión su salamin erecto estaba la madre de Jizzy, la mismisima Diagnostica Cánceres. El shock fue tal que ninguno dijo nada. Un par de horas después, ese mismo día, Jizzy cometió seppuku.

Se vienen cositas!

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La resiliencia del cariño

Caminé por el pasillo hasta detenerme en la puerta con el cartel que decía "Doctora Pederastri, Abogada".
Adentro de la pequeña oficina ya me esperaba, como me lo hicieron notar en seguida, hace 45 minutos: La antes mencionada Dra Ansiedades Pederastri, la yegua de mi ex esposa, y su abogado, el doctor Abono Sampaoli.
Yo había llegado tarde porque en el camino a la reunión, me habían venido unos tremendos antojos de tomarme un helado. Pretendía ser una empresa rápida, de resolución simple, pero lamentablemente la muchacha que atendía en la heladería sufría de un severo retraso mental que, para mi desgracia, no era anunciado por su aspecto físico. Es más, su aspecto físico era sin dudas placentero a varios de mis sentidos.

Tuve que explicar la primer parte de esta historia a los doctores Pederastri y Sampaoli, y a la conchuda de mi ex mujer, no solo por la tardanza sino porque me había manchado la ropa por la situación. Me senté sin decir mucho mas y el doctor Sampaoli empezó a leer un documento que inmediatamente me sacó de ambiente. Mi cuerpo estaba ahi si, incluso mi postura y expresiones faciales se verían presentes ante la persona mas desconfiada, pero mi mente había vuelto a ese momento en la heladería. La joven retrasada mental con los senos incipientes estaba luchando como mongoloide contra las herramientas de servir helado, ante las sonrisas complascientes del resto de sus compañeras. Estuvo 37 minutos intentando servirme el helado antes de que yo le tomara la mano, por encima del mostrador, en un acto de impulsividad que mezclaba impaciencia con excitación sexual, y la guiara en los movimientos de servir mi helado, ante las miradas acomodáticas de sus compañeras de trabajo.

El momento fue de una sensualidad que pocas veces en mi vida había sentido y, resultado de eso, 6 minutos después estaba escupiendo en mi mano y pasandosela por el ano en el galpón del fondo. La voz nasal y chirriante de mi cancerígena ex esposa me despertó de la fantasía. Me estaba pidiendo por favor algo, y yo, estando apenas presente, intentaba hacer hacerlo pasar con frases automáticas para volver a mi recuerdo, pero no había caso. Sampaoli y Pederastri también me miraban. 
Fue en ese momento, intentando despegarme del recuerdo del sexo anal salvaje que había tenido con la empleada retrasada mental de la heladería, cuyas heces aun podia oler sobre mi pene a travez de mi pantalon en el pequeño despacho de la doctora Pederatri, que me di cuenta que seguía enamorado de mi esposa. En sus ojos veía que ella también estaba pasando por una epifanía similar, y hasta podía oler los restos de heces en su vagina a travez de su pantalon del sexo anal salvaje que ella también había tenido, y nos avalanzamos sobre la mesa en un beso apasionado y tuvimos sexo anal salvaje con heces ahi mismo, en el medio de la mesa, con Sampaoli y Pederastri mirando y masturbandose salvajemente. Hace 50 años que estamos juntos y tenemos 3 hermosos hijos.

Las aventuras de Jizzy

Jizzy llegaba tarde al dentista, pero de todas formas decidió entrar a la pastelería.
Todos los miercoles Doña Prepucio hacía unos pasteles de crema que a Jizzy le causaban titilaciones cosquilleantes en el occipucio frontal, pero ese miércoles algo había cambiado.
Jizzy lo notó ni bien entró a la pastelería: el distintivo aroma calido y mantecoso de los pasteles de crema estaba ausente, causando que el resto de los olores del lugar cobraran un agresivo protagonismo.
Jizzy podía oler los vapores nauseabundos que salian del baño de empleados, la astringencia metálica del mostrador de aluminio, el dulceamargo pegote del piso sin lavar hace dos semanas, donde restos de refrescos azucarados, migas de confites mantecosos y porquería de suela de zapato se unían en una melasa repugnante y glutinosa. 
Mas tarde ese día, Jizzy se pegó un tiro.

Una vez estuve 2 semanas sin acabar

Y eventualmente cuando me hice una paja no salió ni una gota de semen cuando llegué al orgasmo.
El terror de ese recuerdo me acompaña hasta el día de hoy.

Soapy Dick

There he goes down the street, good ole' Soapy Dick.
His hat is made of wool and his trenchcoat of velour, he struts away so cool, towards his goal shaped like a hole.
But some day his day will come, as will yours and mine too.
He will face the wall of light as he turns himself to suds, looking back towards his soapy life, just for a moment and then never again for the rest of eternity.
Such is the fate of the Soapy Dick
No more tangy taste
No more cummy lips

El pedaso de Adso

Oh adso y su pedaso
La vibración en su regazo
Sus caricias sin tacto, los ojos del diablo
El comercio carnal en la antesala
Siempre prohibido, jamás olvidado
Bukake