El hit del VerAno

Estaba volviendo a casa una tarde particularmente calurosa de verano cuando me encontré con una fila que se extendía desde la puerta de la heladería de la cuadra y daba vuelta la esquina. Me llamó la atención porque, por más que realmente hacía calor ese día, el lugar nunca estaba asi de concurrido y las trabajadoras del local eran particularmente eficientes en manejar un flujo grande de clientes, si lo hubiera. Me acerqué a la última persona de la fila, que era una señora de sonrisa simpática y una verruga enorme en su ceja izquierda, y le pregunté que estaba pasando. "Están estrenando un nuevo sabor que viene de Europa" me dijo, aunque no me supo aclarar de qué era el sabor, y tampoco supieron las otras 3 personas a las que les pregunté. Solo repetían lo mismo: nuevo sabor, sensación, limitado, Europa, etc.

Veía a lo lejos a la gente salir de la heladería fascinada y por mas que no tenía mis lentes podía notar que era de un color rojo muy intenso, con un brillo violáceo poco natural. La fila se seguía llenando de gente y sentí el empuje incómodo de la presión social. Me puse al final de la fila y esperé que alguno de los clientes saliera caminando en mi dirección, así les podía interrogar mas específicamente por el misterioso helado, y si veía que no me apetecía me iba a casa y listo. Pero en los 40 minutos que estuve en la fila ni una sola persona salió en dirección de la fila, que se mantenía igual de larga o quizás más aun de como la había encontrado.

Las chicas de la heladería me reconocieron y me saludaron con mucha simpatía y me preguntaron si venía yo también a probar la nueva sensación. No dejando que su simpatía afectara su eficiencia, ya me estaban sirviendo el helado mientras yo respondía que si. El nuevo sabor no estaba en exhibición con el resto de los clásicos, sino que venía directamente de un barril metálico en el fondo detrás del mostrador. Resulta que los 40 minutos de suspenso esperando al calor insoportable no me habían preparado para la monstruosidad que la sonriente muchacha de atrás del mostrador ahora me entregaba en un cucurucho. De cerca, la cosa ni parecía un helado. A primera vista era mas bien un coagulo amorfo sangrante encima del cucurucho, no parecía ni siquiera estar frio. Noté que la cosa pretendiendo ser un helado tenía forma de tubo y estaba enredada en si misma encima del cucurucho. En cierta forma se asemejaba a una serpiente, pero en cierta otra forma, mucho mas específica, parecía un intestino grueso. En la parte mas superior, el tubo de tripa terminaba en un ano que parecía tener piel y todo. Noté que la chica perdía fuerza en su sonrisa mientras esperaba que yo agarrara la nueva sensación de Europa en su mano, y entendí que estaba atentando directamente en contra la eficiencia de la que estaban orgullosas. Así que tomé el coagulo en cucurucho y me fui, agradeciendo como pude.

Salir al calor sofocante del exterior ahora sosteniendo esta monstruosidad me revolvió el estómago y me nubló la vista. Quise tirarlo a la basura, pero estaba paralizado. Todo mi esfuerzo físico se concentraba en intentar no mirar la inmundicia que sostenía, aunque era imposible no verlo en por el rabillo de mi ojo. Incluso lo podía oler asándose al sol del verano, olor a asado de achuras. A mi alrededor la gente estaba sentada, disfrutando como si fuese un helado normal. Adultos supuestamente sanos de la mente pasaban su pequeña cucharita por las tripas en cucurucho sin recoger realmente nada y se la llevaban a las bocas vacías, haciendo la pantomima de estar saboreando algo delicioso y refrescante. Varios niños corrían sosteniendo su cucurucho sangrante y sus padres les gritaban que se les iba a derretir. La señora con la verruga me lanzaba una guiñada cómplice mientras lamía el exterior fibroso del revuelto de intestinos. No pude evitar dudar de mi sanidad mental. En mis delirios mas profundos podía llegar a entender que todos los adultos estuviesen conspirando, haciendo de cuenta que es un helado común y corriente para que yo me coma esas tripas crudas, pero los niños? Algo estaba pasando, yo no estaba viendo con claridad, estaba recayendo en mi locura, estaba alucinando.

Finalmente decidí confrontar a la cosa. Fijé la mirada en el pequeño ano que coronaba el cucurucho de tripas. Parecía vivo. Me dije a mi mismo que era solo un helado normal, y que estaba alucinando, y que a la alucinación le iba a ganar afrontándola. Entonces puse mi lengua y labios en el ano. Para mi sorpresa, ni bien hice contacto, el ano se abrió y dejo salir un largo sorete marrón, directo en mi boca. El shock casi me hace devolverlo al instante pero resulta que, en realidad, lo que parecía caca no era, sino que el mas delicioso helado de chocolate suizo que había probado en mi vida, un sabor delicado y corpulento que me devolvió literalmente el alma al cuerpo. Sin estar convencido del todo que seguía no alucinando, le di otro lenguetazo al ano y de ahí salió otra porción voluminosa de helado de chocolate. Mi disposición cambió por completo. Ahora veía a los niños estimular con sus lenguas el ano en su helado y recibir la descarga chocolatosa y deliciosa en sus bocas con alegría. Tuve el instinto de colocarme en la fila de nuevo solo para poder comprar otro cuando terminara con éste, pero logré controlarme. Caminé con mi helado europeo moderno hasta mi casa, que me duró justo hasta que estuve en la puerta. Tiré el cucurucho.

Al día siguiente el helado ya estaba agotado, y no volvería a aparecer nunca más. El recuerdo de ese sabor delicioso nunca me dejó, y hasta el día de hoy cada vez que voy al baño me quedo unos segundos mas de lo normal con la mano en la palanca de la cisterna, mirando mis heces en el water, controlando un impulso muy fuerte que nunca más me abandonaría.