LA VENGANZA MEJICANA

Blancaketa Gutierrez había tenido suficiente. Esta vez su vecina se había propasado. Desde que se mudó al apartamento de arriba, Yolandita Pobrez no había traído mas que problemas a la comunidad. Al principio parecían simples diferencias culturales, como la música marginal de pobre que Yolandita ponía a todo volumen y a toda hora.  Y si bien Blancaketa nunca se había quedado callada ante las repetidas faltas de respeto de sus vecinos de arriba, siempre se había manejado con un respeto que priorizaba la convivencia pacífica.

Pero cuando Blancaketa había llegado del ballet la noche anterior (una exquisita rendición de Les Puttittes Della Gloria Hoyelle de un tal Juan Pedro Filia), y había encontrado un AVISO pegado en el ASCENSOR COMUNITATRIO ofreciendo los SERVICIOS DE MASAJISTA de Yolandita, su paciencia había terminado de agotarse.

El cartel era de una ORDINARIEZ alevosa, no solo por el servicio que ofrecía sin calificaciones ni aclaraciones, sino también por su presentación en un pedazo cortado de papel con renglones, y su prosa en bic azul acribillada de horrores gramaticales. Blancaketta ya no podía vivir así. Era hora de tomar cartas en el asunto.

En su juventud había vivido en Méjico, y por esos lugares arreglaban las cosas con algo que llamaban: EL DISCO DE ORO. Consistía en mear en un plato, ponerlo en el freezer y, al otro día, separar el disco de dorado de meo de plato y deslizarlo por debajo de la puerta. Blancaketa se relamió de solo pensarlo, y continuó relamiéndose mientras meaba en el plato, y luego mientras lo colocaba en el freezer, y luego cuando fue a acostarse esa misma noche. Continuó relamiéndose cada vez con mas violencia, causándose unas ulceras en las comisuras de los labios que le sangrarían por los siguientes 5 días.

A la tarde siguiente de haber meado en el plato, cuando Yolandita había salido a "trabajar", Blancaketa tomó el disco dorado y subió sigilosamente hacia el piso de arriba. Intentando hacer el menor ruido posible, deslizó el disco dorado por debajo de la puerta. Temblando de emoción por su deliciosa venganza, perdió el control de sus pies al intentar incorporarse para huir, y cayó violentamente de nuca al suelo.

El golpe la inundó de electricidad y le arrebató toda movilidad en el cuerpo. Así estuvo durante 5 horas, y durante ese tiempo sintió como el meo del disco se derretía y avanzaba por debajo de la puerta no solo hacia el apartamento de Yolandita, sino también hacia su vestido que lo absorbía goloso como si fuese un refrescante jugo de verano.

Fue la misma Yolandita la que la descubrió, paralizada y meada, con la boca chorreando sangre y los ojos ya perdidos en una psicosis irrecuperable, incapaz de formar una palabra coherente. Fue Yolandita también la que, después de retar a su perro a quién creía responsable del meo en la puerta y, por ende, del tropezón de Blancaketa, llamó a una ambulancia. Y fue también Yolandita la que se quedó en el hospital durante 3 horas hasta que los doctores pudiesen comunicarse con alguno de los 5 hijos de Blancaketa.

Yolandita nunca se enteró de la verdadera naturaleza de los eventos que habían sucedido, y pasó a vivir una larga y satisfactoria vida. Blancaketa quedó cuadriplégica para siempre y murió de sida 2 años después.
GAY