La redención de Jizzy

Dos días antes de que Jizzy se pegara un tiro por el violento remplazo de sus pasteles de manteca y crema por hedor a heladera oxidada y sudor, su madre lo había llamado para avisarle que estaba a dos cuadras de su casa.
Esto era altamente inisual, la señora Cánceres siempre había hecho alarde de respetar los espacios de sus hijos, y por ende Jizzy sintió que algo tendría que andar terriblemente mal. Inmediatamente puso a calentar agua en la caldera para poder esperar a su madre con té árabe, y asi poder suavizar la seguro pésima noticia que venía a dejarle a su hijo. 
Sin embargo cuando la caldera pitaba del hervor, la madre de Jizzy aun no llegaba. Había tenido tiempo mas que suficiente para recorrer las dos cuadras que le faltaban. Que habría pasado? Jizzy abrió las persianas de su apartamento para mirar a la calle. Estaba doña Botana barriendo el frente de su casa y el cuidacoches Carlos Putto sentado en su reposera de siempre, pero no había señales de su madre. Algo estaba saliendo mal, y Jizzy lo sabía, entonces agarró las llaves y salió de su apartamento. Atravezó el pasillo a toda velocidad, pero se detuvo en frente de la puerta del apartamento de su vecino Eduardo Garcas. Un sonido le llamó la atención: un quejido sordo y desesperado y un forcejeo leve contra el suelo, arrítmico y violento. Jizzy se imaginó al pobre Edu Garcas amordazado en el suelo luego de un robo y no tuvo opción que tirar la puerta abajo.
Ahi estaba Edu, pero no estaba amordazado. Llevaba puesta una musculosa blanca con una mancha de grasa que facilitaba la transparencia de sus pezones peludos, los calzoncillos por el piso, y nada mas. De rodillas y deglutiendo con fervor y pasión su salamin erecto estaba la madre de Jizzy, la mismisima Diagnostica Cánceres. El shock fue tal que ninguno dijo nada. Un par de horas después, ese mismo día, Jizzy cometió seppuku.