Cuidado Guillermito!

A la hora del recreo en la guardería Pequenhas Bolashas, los niños son liberados de la supervisión adulta gracias al enfoque pedagógico de la institución que intenta promover espacios en donde los niños exploren crear sus propias reglas y jerarquías. Esto hace que el recreo no sea un espacio igual de disfrutable para todos los niños, lo cual es el resultado esperado por el enfoque de la Institución, quien insiste que ésto enseña importantes valores a los niños, pero para nadie es menos disfrutable que para Guillermito Palacios.

En su casa, Guillermito es un niño activo, feliz, muy imaginativo. En clase se muestra inteligente y curioso, manteniendo un nivel de comunicación con las maestras superior al de otros niños de su edad. Pero a la hora del recreo, Guillermito cambia por completo su actitud. Dentro de los confines de una clase, con reglas claras y limites marcados, Guillermito siente que no tiene nada a que temerle, pero una vez que lo sueltan al enorme patio del recreo, con sus confusos caminos, enormes arboles, y recovecos indetectables, lo invade un pánico paralizante. Para sorpresa de nadie, los niños se convierten en auténticos monstruos cuando quedan sin supervisión en el patio. El arenero se convierte en una batalla de campo donde los mas sanguinarios de los niños enfuerzan su dominancia a golpes sobre los mas débiles. El árbol del centro del patio es la guarida de los niños que saben treparlo, y reciben con pedradas e insultos a quien se acerque. Entre los recovecos del rosedal, las niñas inventan juegos cada vez mas sádicos con niveles de manipulación psicológica poco vistos en verdaderos psicópatas adultos. 

Guillermito intenta sobrevivir lo mejor que puede a todo esto con resultados variados, pero su técnica de mantenerse en movimiento como si se dirijiese constantemente a algún lado mientras cuenta los minutos para el final del recreo está empezando a dejar de ser tan efectiva. Los otros niños, ya cansados de siempre violentar y torturar a los mismos otros niños, empiezan a notar cada vez mas a Guillermito como carne fresca, al que aun no le tocó, y en cualquier momento le toca verselas con todos. Guillermito esto lo sabe muy bien.

Es por eso que, el último día en que estuvo vivo, Guillermito decidió hacer una pequeña triquiñuela: unos segundos antes del recreo pidió para ir a buscar un muñeco en su mochilita que estaba colgada contra la pared, logrando que el timbre suene justo cuando desaparecía del campo visual de la maestra, momento en el cual Guillermito se esconde abajo de una mesa mientras la manada monstruosa de niños se abalanza como bestias hacia la puerta del patio. Unos minutos después, Guillermito estaba libre.

Ver su clase vacía le generó muchisima tranquilidad, pero sentir que el resto de la escuela también estaba vacía le cosquilleaba la curiosidad, y eso lo llevó a salir a explorar. No tardó mucho en empezar a sentir voces alteradas viniendo de atrás de una puerta al final de un largo pasillo, una habitación que desconocía. Guillermito recorrió ese pasillo solemnemente, como si una parte de si supiera que éste sería no sólo el momento definitorio de su corta vida, sino también el último.

Lo que Guillermito vio detrás de la puerta:

Su maestra, Anita Clítorez, recostada sobre una especie de camilla, totalmente desnuda, con las piernas abiertas y flexionadas, sus piernas apoyadas sobre unos posapies de cuero. Una lamparita pelada de lato consumo colgando de un cable iluminaba la escena desde arriba. El profesor de gimnasia Carlos Bijagrán agarraba unas pinzas parrilleras de un cajón mientras que el director de la escuela, Horacio Gasoducto, consolaba a la señorita Clítorez que gritaba angustiada entre lágrimas.

"Es por tu bien," le repetía mientras le sobaba la frente sudada "vas a ver como todo se soluciona."
Los sollozos angustiados de Anita Clítorez se transformaron en gritos ahogados de dolor cuando Carlos Bijagrán comenzó a introducirle las pinzas parrilleras en la vagina. 
"Necesita mas anestesia, Horacio" dijo el profesor de gimnasia, a lo que el director procedió a prender un cigarrillo y en seguida apagarlo sobre el pezón erecto de la señorita Clítorez. 
"Más, no es suficiente, más" dijo Carlos ya con toda la pinza y la mano entera adentro de la vagina, y Horacio volvió a prender un cigarrillo para esta vez apagarlo sobre el ojo abierto de Anita Clítorez. 

Y mientras Guillermito comenzaba a hacerse pichi en los pantalones, Carlos Bijagrán finalmente retiró su puño húmedo de jugos vaginales de la vulva de Anita, seguido por las pinzas que sostenía, que a su vez agarraban un enorme feto que se deslizaba hacia afuera de la vagina con un fuerte SLOPF.

Por una fracción de segundo, Guillermito se liberó de su parálisis y eligió ese momento para salir corriendo. Voló por el pasillo hacia su salón de clase en donde enfiló sin detenerse hacia el patio donde estaría seguro de lo que acababa de vivir. Pero para cuando llegó a la puerta, el pichi ya había llegado a sus championes de goma, causando que se resbale y caiga de cabeza sobre el pestillo de metal, que se le incrustó por el ojo directo hacia el cerebro, matándolo al instante.

El consenso general fue el de que Guillermito, emocionado por salir al recreo, se abrió la puerta en la cara, quitándose la vida. Su familia quedó devastada, pero también muy avergonzada, y es por eso que pidieron que en el obituario se aclarara que Guillermito sufría síndrome de down.