Al fondo de un pasillo oscuro y húmedo en el quinto piso abandonado de un edificio en el centro de la ciudad de Metropeteo, estaba la oficina del detective privado Josefo Borboleta. Era una habitación de no mas de cuatro metros cuadrados, incluso menos, donde apenas entraba un escritorio de roble negro irlandés de absurdas dimensiones. En otras epocas había servido de deposito para el personal de limpieza, cuando el piso 5 burbujeaba de actividad en las oficinas que hoy en día estaban tapeadas y eran hogar de ratas, palomas y pastosos. Ahora estaba cubierta de piso a techo por papeles de diario y baldes de metal que atajaban las goteras. Recostado contra la pared con los pies en el escritorio estaba el detective Borboleta, remojandose en su estupor alcohólico cuando sintió que golpeaban a su puerta, algo que sucedía con suerte unas tres veces por año, y nunca eran clientes, sino cobradores, personal del edificio, o peor aun: abogados de su ex esposa.
Tocaban a la puerta de nuevo y esta vez se incorporó. Del otro lado del esmerilado de la puerta donde estaba grabado su nombre no había ninguna silueta, y al detective borboleta si los fantasmas que sabía que había en el piso 5 finalmente se dejaban de pretensiones y decidían hacer contacto con él, que era igual de fantasma que ellos. O más.
-Adelante-, y se incorporó en la silla a la vez que se subía la bragueta.
La puerta se abrió lentamente y del otro lado apareció un niña. No debía tener mas de 5 años, sin embargo estaba vestida como una mujer de los años 20, y Borboleta pudo notar que llevaba puesto un corset.
-Hola nena-, dijo sorprendido borboleta, - viniste sola?
La niña sacó una cigarrera de metal, comicamente gigante en sus manitos de prescolar, y sacó un cigarrillo que se llevó a la boca.
-No se enteró? Las mujeres podemos andar solas desde hace años-, y sacó de su escote, de entre donde en algun futuro estarían sus tetas, un encendedor que parecía enorme en esas manos que seguro estaban acostumbradas a sostener boligoma y nada mas. - Le haría bien salir un poco de esta oficina-.
El infante entró en la oficina, fumando el desproporcionado el cigarrillo, meneando las caderas que aun no había desarrollado con una sensualidad de una cualidad fantasmal, como un eco de un futuro que aún no sucedía, que se detuvo instantaneamente cuando llegó a la silla e hizo un esfuerzo tremendo por subirse, demostrando una clara falta de desarrollo motriz. Borboleta la observó tantear y fallar con sus patitas de fideo. En su desesperación infantil casi tira toda la silla abajo pero finalmente lo logró, y al momento de incorporarse también volvió recuperar su inpronta tan alebosamente adulta. Borboleta decidió seguirle el juego.
-En que puedo ayudarla, señorita...?
-Mi nombre es Pamela Sopappa y busco sus servicios porque mi marido, Brutto Moledora, está desaparecido hace un mes.
Borboleta se incorporó de repente y la miró fijo.
-El senador Moledora? Pero si lo vi ayer en la televisión dando una conferencia.
-Eso era una imagen falsa, señor detectivbe, una ilusión óptica y auditiva generada por tecnología computacional de punta-, le dijo largando humo de cigarrillo por entre los dientes de leche, - mi marido hace un mes que no está, y no puedo acudir a las autoridades, usted ya sabe como es esto me imagino-.
El detective borboleta la miró de arriba abajo, cosa que no le costó mucho ya que no medía ni un metro. Necesitaba el dinero. Mas que nada, necesitaba el trabajo, el ejercicio mental, la excusa para salir. Pero era un trabajo demasiado grande. Y todo acerca de esta prepuber era sospechoso.
-Que garantías tengo de que esto sea real?
Pamela sonrió y juntó sus manos sobre su pecho, un gesto que haría sobresaltar sus pechos por sobre el escote, si los tuviera.
-Que pasa detective? No le parezco creible?
Por supuesto que no, no le parecía ni un poquito creible. Pero no dijo nada.
-Donde quedaron los días donde una mujer podía entrar en la oficina de un detective privado a que le solucione sus problemas?-. Mientras decía esto, Pamela Solappa trepó sobre el enorme escritorio del detective Borboleta y comenzó a gatear hacia el, de una forma que sería sensual si no fuese una niña que aun no sabía multiplicar y dividir. Borboleta estaba muy paralizado por la situación como para reaccionar apropiadamente, y en pocos segundos la niña estaba sentandose encima suyo.
-Quizas necesita que le deje una garantía?-, le dijo mientras le volvía a bajar la bragueta y metía su diminuta mano de bebé, revolviendo y buscando el miembro viejo y verrugoso de Borboleta.
No hubo mas palabras, Pamela había tomado control de la situación y Borboleta no podía hacer nada al respecto, excepto dejarse llevar. Se preguntó como iba a hacer para entrar todo en ella, pero no hubo problema. Se le nubló la vista y tiró la cabeza para atras, dejandose mojar por una gota que caía del techo que le golpeaba la frente al ritmo que Pamela Solappa le golpeaba el glande con la cavidad uterina.
En ese momento alguien abrió la puerta. Era Fasito, el custodio del lugar. Solía pasar a la hora de irse, como una amabilidad, para despertar a Borboletta de su estupor. Lo quería mucho y le tenía lastima, y sus visitas se habían hecho una costumbre que ambos disfrutaban, y como se habían vuelto tan frecuentes esas visitas en las que siempre encontraba a Borboletta dormido, había elegido el día de hoy par pasar sin tocar la puerta. La imagen de su nuevo y de momento unico amigo, ese hombre de alma perdida como él que empezaba a sentir como hermano, penetrando la diminuta vagina de una niña de cinco años mientras le agarraba la cadera tan pequeña que las llemas de sus dedos se tocaban, meciendola de arriba a abajo sin esfuerzo como un juguete sexual hecho de carne, le heló el alma.
Se fue lo mas rapido que pudo y ni bien estuvo afuera, en el centro de la ciudad en hora pico, donde la lluvia levantaba intensidad y reducía la visibilidad, se tiró enfrente de un camión. Quedó cuadriplégico el resto de su vida, hasta morir finalmente a los 98 años.
Tocaban a la puerta de nuevo y esta vez se incorporó. Del otro lado del esmerilado de la puerta donde estaba grabado su nombre no había ninguna silueta, y al detective borboleta si los fantasmas que sabía que había en el piso 5 finalmente se dejaban de pretensiones y decidían hacer contacto con él, que era igual de fantasma que ellos. O más.
-Adelante-, y se incorporó en la silla a la vez que se subía la bragueta.
La puerta se abrió lentamente y del otro lado apareció un niña. No debía tener mas de 5 años, sin embargo estaba vestida como una mujer de los años 20, y Borboleta pudo notar que llevaba puesto un corset.
-Hola nena-, dijo sorprendido borboleta, - viniste sola?
La niña sacó una cigarrera de metal, comicamente gigante en sus manitos de prescolar, y sacó un cigarrillo que se llevó a la boca.
-No se enteró? Las mujeres podemos andar solas desde hace años-, y sacó de su escote, de entre donde en algun futuro estarían sus tetas, un encendedor que parecía enorme en esas manos que seguro estaban acostumbradas a sostener boligoma y nada mas. - Le haría bien salir un poco de esta oficina-.
El infante entró en la oficina, fumando el desproporcionado el cigarrillo, meneando las caderas que aun no había desarrollado con una sensualidad de una cualidad fantasmal, como un eco de un futuro que aún no sucedía, que se detuvo instantaneamente cuando llegó a la silla e hizo un esfuerzo tremendo por subirse, demostrando una clara falta de desarrollo motriz. Borboleta la observó tantear y fallar con sus patitas de fideo. En su desesperación infantil casi tira toda la silla abajo pero finalmente lo logró, y al momento de incorporarse también volvió recuperar su inpronta tan alebosamente adulta. Borboleta decidió seguirle el juego.
-En que puedo ayudarla, señorita...?
-Mi nombre es Pamela Sopappa y busco sus servicios porque mi marido, Brutto Moledora, está desaparecido hace un mes.
Borboleta se incorporó de repente y la miró fijo.
-El senador Moledora? Pero si lo vi ayer en la televisión dando una conferencia.
-Eso era una imagen falsa, señor detectivbe, una ilusión óptica y auditiva generada por tecnología computacional de punta-, le dijo largando humo de cigarrillo por entre los dientes de leche, - mi marido hace un mes que no está, y no puedo acudir a las autoridades, usted ya sabe como es esto me imagino-.
El detective borboleta la miró de arriba abajo, cosa que no le costó mucho ya que no medía ni un metro. Necesitaba el dinero. Mas que nada, necesitaba el trabajo, el ejercicio mental, la excusa para salir. Pero era un trabajo demasiado grande. Y todo acerca de esta prepuber era sospechoso.
-Que garantías tengo de que esto sea real?
Pamela sonrió y juntó sus manos sobre su pecho, un gesto que haría sobresaltar sus pechos por sobre el escote, si los tuviera.
-Que pasa detective? No le parezco creible?
Por supuesto que no, no le parecía ni un poquito creible. Pero no dijo nada.
-Donde quedaron los días donde una mujer podía entrar en la oficina de un detective privado a que le solucione sus problemas?-. Mientras decía esto, Pamela Solappa trepó sobre el enorme escritorio del detective Borboleta y comenzó a gatear hacia el, de una forma que sería sensual si no fuese una niña que aun no sabía multiplicar y dividir. Borboleta estaba muy paralizado por la situación como para reaccionar apropiadamente, y en pocos segundos la niña estaba sentandose encima suyo.
-Quizas necesita que le deje una garantía?-, le dijo mientras le volvía a bajar la bragueta y metía su diminuta mano de bebé, revolviendo y buscando el miembro viejo y verrugoso de Borboleta.
No hubo mas palabras, Pamela había tomado control de la situación y Borboleta no podía hacer nada al respecto, excepto dejarse llevar. Se preguntó como iba a hacer para entrar todo en ella, pero no hubo problema. Se le nubló la vista y tiró la cabeza para atras, dejandose mojar por una gota que caía del techo que le golpeaba la frente al ritmo que Pamela Solappa le golpeaba el glande con la cavidad uterina.
En ese momento alguien abrió la puerta. Era Fasito, el custodio del lugar. Solía pasar a la hora de irse, como una amabilidad, para despertar a Borboletta de su estupor. Lo quería mucho y le tenía lastima, y sus visitas se habían hecho una costumbre que ambos disfrutaban, y como se habían vuelto tan frecuentes esas visitas en las que siempre encontraba a Borboletta dormido, había elegido el día de hoy par pasar sin tocar la puerta. La imagen de su nuevo y de momento unico amigo, ese hombre de alma perdida como él que empezaba a sentir como hermano, penetrando la diminuta vagina de una niña de cinco años mientras le agarraba la cadera tan pequeña que las llemas de sus dedos se tocaban, meciendola de arriba a abajo sin esfuerzo como un juguete sexual hecho de carne, le heló el alma.
Se fue lo mas rapido que pudo y ni bien estuvo afuera, en el centro de la ciudad en hora pico, donde la lluvia levantaba intensidad y reducía la visibilidad, se tiró enfrente de un camión. Quedó cuadriplégico el resto de su vida, hasta morir finalmente a los 98 años.